miércoles, 24 de diciembre de 2014

Comentario de Gary Renard sobre próximos libros

Me ha llegado por mail uno de los breves comunicados de Gary, felicitando la Navidad y comentando algunas cosillas. Lo que a mí más me ha interesado es sobre sus libros, y esa parte muy breve es la que copio aquí:

I'm also working on two books, one with Cindy about relationships, as well as the fourth book with Arten and Pursah, who are still appearing to me. This book takes a little different approach than the first three, and I think it's going to surprise a lot of people, hopefully in a good way. (Gary Renard) (Extracto del comunicado navideño de Gary, de fecha 23 de diciembre de 2014... a mí me ha llegado hoy 24 de diciembre).

Una posible traducción:

También estoy trabajando en dos libros, uno con Cindy sobre las relaciones, así como también en el cuarto libro con Arten y Pursah, quienes todavía están apareciéndose a mí. Este libro tiene un enfoque un poco diferente a los tres primeros, y creo que va a sorprender a mucha gente, espero que en el buen sentido.

¡Me encantará volver a leerle, así que ojalá publique pronto algún nuevo libro, ya que disfruto mucho con su estilo! (Hace poco me vino la idea de que estaría bien que Gary publicara algo nuevo antes de acabar el año 2016, por decir algo... y ahora me parece que eso es cada vez más factible). Me ha encantado saber que sigue adelante con sus nuevos libros, y comparto esta pequeña información para quienes les pudiera interesar. Al menos a mí me ha alegrado que Gary está "cocinando" nuevos "pasteles" para nosotros jejeje.

Saludos

Actualización (Abril 2017): Gary ya ha terminado de escribir su cuarto libro (sobre las diversas encarnaciones de Buda y Jesús) y ya hay título y fecha de publicación. He colgado la información en el foro: http://concordiayplenitud.foroactivo.com/t6-el-cuarto-libro-de-gary-renard

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viernes, 19 de diciembre de 2014

L-48 Journey ... de Ken Wapnick

Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 48 — No hay nada que temer

La lección 48 es linda, breve y dulce: "No hay nada que temer". Si Dios es la fortaleza en la que confiamos, nada en este mundo podrá jamás darnos miedo. La base del miedo es el principio de que la culpa exige castigo. Si tengo miedo, es porque primero me vi a mí mismo como culpable y débil. Si elijo a Jesús como la fuente de mi fortaleza, no soy débil ni separado, y por lo tanto no soy culpable. Si no soy culpable, no proyectaré la creencia de que seré castigado. Sin tal creencia, no puede haber miedo. Se trata del mismo proceso una vez más, todo el tiempo. Si quiero vivir sin miedo, tengo que vivir sin culpa. Si quiero vivir sin culpa, necesito que Jesús me ayude a mirarla. 

(1) La idea de hoy afirma simplemente un hecho. No es un hecho para los que creen en ilusiones, mas las ilusiones no son hechos. En realidad no hay nada que temer. Esto es algo muy fácil de reconocer. Pero a los que quieren que las ilusiones sean verdad les es muy difícil reconocerlo. 

Como dice el Texto, el único hecho es Dios: "Dios no es algo simbólico; Dios es un Hecho" (T.3.I.8.2). El "hecho" "No hay nada que temer" —es en realidad un reflejo de la realidad de Dios. El estado de ausencia de miedo corrige el pensamiento fundamental del ego de que el miedo es el castigo por nuestro pecado. Es a este miedo ilusorio a lo que tienes que mirar. Quieres que las ilusiones sean verdad porque tú eres una ilusión y quieres que tu identidad individual sea verdad. Lo que hace que sea difícil pasar un día libre de ansiedad es el no querer que la lección de hoy sea verdad. Si lo fuera, entonces eres tú el que no eres verdadero.

(2) Las sesiones de práctica de hoy serán muy cortas, muy simples y muy frecuentes. Repite sencillamente la idea tan a menudo como puedas. Puedes hacerlo con los ojos abiertos en cualquier momento o situación. Recomendamos enérgicamente, no obstante, que siempre que puedas cierres los ojos durante aproximadamente un minuto y repitas la idea lentamente para tus adentros varias veces. Es especialmente importante también que la uses de inmediato si observas que algo perturba tu paz mental. 

Vemos una y otra vez, casi en cada lección, que Jesús nos está diciendo que practiquemos este pensamiento en nuestra vida cotidiana y le llevenos a él nuestras preocupaciones. En esta lección nos pide que apliquemos el pensamiento a lo largo del día, con la mayor frecuencia posible. Además, una vez más nos insta —"Es especialmente importante"— a pensar en la idea cada vez que estemos intranquilos; en otras palabras, llevar la oscuridad de nuestro malestar a la luz de su pensamiento de amor, un pensamiento que por su mera presencia disipa la oscuridad del miedo. 

(3) La presencia del miedo es señal inequívoca de que estás confiando en tu propia fortaleza. La conciencia de que no hay nada que temer indica que en algún lugar de tu mente, aunque no necesariamente en un lugar que puedas reconocer, has recordado a Dios y has dejado que Su fortaleza ocupe el lugar de tu debilidad. En el instante en que estés dispuesto a hacer eso, ciertamente no habrá nada que temer. 

Cuando nos descubrimos a nosotros mismos volviéndonos temerosos en cualquiera de las formas que el miedo adopta —y a veces podría no ser exactamente miedo, podría ser enfado, depresión o tristeza— es porque hemos elegido al ego una vez más —en efecto, es como mandar a la porra a Jesús o al Espíritu Santo [Para traducir "to get lost" he usado la expresión coloquial "mandar a la porra", que no sé si se entiende en otros países de habla hispana; otra expresión similar es "mandar a paseo"]. El problema es esa decisión de mentalidad-errada, y la solución es aceptar la Corrección. La simplicidad de Un curso de milagros —un problema, una solución (Lecciones 79 y 80)— es lo que lo convierte en una herramienta espiritual tan poderosa y efectiva.

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Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.

jueves, 18 de diciembre de 2014

L-41 Journey ... de Ken Wapnick

Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 41 — Dios va conmigo dondequiera que yo voy

Este es un pensamiento obviamente feliz, y por supuesto que Jesús no está diciendo literalmente que Dios camine físicamente con nosotros, lo cual nos traería a la memoria la canción de la versión cinematográfica de El príncipe estudiante: "Camino con Dios". Lo que Jesús nos está diciendo aquí es que el recuerdo de Dios está en nuestras mentes —el hogar del Espíritu Santo— y que por lo tanto está siempre con nosotros. En ese sentido, Dios está en verdad con nosotros dondequiera que vayamos. Esto se hará más evidente conforme sigamos avanzando por esta lección. 

(1) Con el tiempo, la idea de hoy desvanecerá por completo la sensación de soledad y abandono que experimentan todos los que se consideran separados. La depresión es una consecuencia inevitable de la separación, como también lo son la ansiedad, las preocupaciones, una profunda sensación de desamparo, la infelicidad, el sufrimiento y el intenso miedo a perder. 

Aquí reaparece el importante tema de la causa y el efecto. Aunque no se mencione explícitamente, lo que enseña Jesús puede ser visto como un reflejo de ese tema. Todos nuestros problemas son lo mismo y provienen de una única causa: creer que estamos separados de Dios. Los efectos de este error son las preocupaciones, la depresión, la infelicidad, el sufrimiento y el miedo a la pérdida. Hemos hablado antes de que el mundo existe para proveer causas para nuestro sufrimiento, las cuales simplemente disfrazan [encubren] la verdadera causa. Nuestros egos son increíblemente habilidosos para ocultar la verdad y convencernos de que conocemos el origen de nuestra infelicidad: todo, excepto la decisión de la mente en favor de la culpabilidad. 

Así que si yo sé que "Dios va conmigo dondequiera que yo voy" porque Él está en mi mente, eso significa que yo no Le he abandonado y que Él no me ha abandonado a mí. Más aún: significa que no Le he matado, ni estoy separado de Él. Si acepto esta verdad de la Expiación, no puedo estar deprimido, aislado, ansioso ni temeroso, pues estas cosas provienen de la culpa, la cual, sin la creencia en la separación, no puede existir. La manera de darme cuenta de que estoy creyendo en la separación es ser consciente de mis sentimientos de ansiedad, preocupación e infelicidad. Por eso es esencial no esconder nuestras experiencias negativas. Si lo hacemos, literalmente no habrá esperanza, la cual depende de que primero reconozcamos nuestro malestar y nuestra desesperación, y a continuación nos demos cuenta de que son simplemente el efecto del pensamiento de que Dios no va con nosotros dondequiera que vayamos debido a que Le matamos. Ese pensamiento pecaminoso representa una decisión que ahora felizmente puede ser cambiada.

Tienes que aprender que estabas equivocado, y que ahora quieres ser un alumno feliz que se alegra de estar equivocado, en lugar de alegrarse por demostrarse a sí mismo que tiene la razón (T.29.VII.1.9). Esta es una idea que nunca será citada con la suficiente frecuencia. Si inviertes en tener razón, nunca serás feliz. Quizá tengas razón hoy, pero la "razonabilidad" (o inocencia) que le robaste a alguien te será robada por aquel a quien airadamente le robaste. La única manera de que puedas tener verdadera razón es que sepas que Dios está contigo dondequiera que vas, lo cual significa que todo lo que el ego te ha enseñado es mentira. No te separaste de Dios porque no podrías. 

(2.1-2) Los que se consideran separados han inventado muchos "remedios" para lo que, según ellos, son "los males del mundo". Pero la única cosa que no han hecho es cuestionar la realidad del problema.

Los "males del mundo" está entrecomillado porque no hay "males del mundo". Puesto que no hay mundo, ¿cómo podría haber males? Lo único que hay es un mal pensamiento [o: un pensamiento enfermo]. "Remedios" está también entre comillas porque no puedes curar un problema que no existe. El verdadero problema es la separación, y si no reconocemos ese pensamiento como la causa de nuestros problemas, ¿cómo podemos cuestionarlo, y no digamos cambiarlo? El ego nos ha convencido de que la separación es real, y ese es un pensamiento tan horrible que no podemos mirarlo de nuevo, por miedo a que seamos destruidos. Como explica Jesús en el Texto:

Te pide imperiosamente [el ego] que no mires dentro de ti, pues si lo haces tus ojos se posarán sobre el pecado y Dios te cegará. Esto es lo que crees, y, por lo tanto, no miras. (T.21.IV.2.3-4) (Pág. 507)

Así que el ego nos aconseja que huyamos de la mente, el hogar de la idea de separación, y que levantemos una defensa tras otra, poniendo muro sobre muro sobre muro, todos con el propósito de anclar nuestra atención en el mundo del cuerpo. De este modo estamos protegidos [en el sentido de impedidos, imposibilitados] de cuestionar la aparente realidad de la declaración: "Me separé de Dios". Mientras seamos inconscientes de esto [literalmente: mientras estemos en el estado "sin-mente"] no podremos verdaderamente "cuestionar la realidad del problema", el cual permanece siempre en su fuente: la mente.

(2.3) Los efectos de éste, no obstante, no se pueden sanar porque el problema no es real. 

Nuestros intentos de sanar un problema en el mundo, tanto si se trata de nuestros mundos personales como si se trata del mundo en general, nunca tendrán éxito. Es posible que el síntoma desaparezca temporalmente, pero todavía creeremos que el problema —la causa— es real. Mientras sigamos así, la causa de la culpa seguirá generando síntomas —el síntoma freudiano de la sustitución— que nos molestan. Sin embargo, a pesar del dolor que constantemente llama nuestra atención, la causa subyacente de los síntomas pasa desapercibida, y el ego sigue reinando triunfalmente hasta que por fin podemos exclamar: "¡Tiene que haber otra manera!". Finalmente nuestro Maestro nos ayuda a ir más allá del efecto hasta la causa, para que así podamos cambiarla. 

(2.4-5) La idea de hoy tiene el poder de acabar con todo este desatino para siempre. Pues eso es lo que es, un desatino, por muy serias y trágicas que parezcan ser sus manifestaciones.

Es importante destacar que Jesús no usa la palabra pecaminoso/pecaminosidad; él simplemente dice que eso es un desatino [algo tonto: una tontería]. Lo que él expresa aquí es idéntico a lo que enseña en «El "héroe" del sueño», en donde dice que el problema es habernos olvidado de reírnos de la diminuta y alocada idea, y que el Espíritu Santo ve nuestras preocupaciones y se ríe de ellas, no burlonamente, sino con la dulzura del que sabe que esas molestias no son reales. Este tema es recurrente a lo largo de Un curso de milagros, pero el siguiente pasaje del final del capítulo 27 es representativo: 

El Espíritu Santo, sonriendo dulcemente, percibe la causa y no presta atención a los efectos. ¿De qué otra manera podría corregir tu error, cuando has pasado por alto la causa enteramente? Él te exhorta a que lleves todo efecto temible ante Él para que juntos miréis su descabellada causa y os riais juntos por un rato. juzgas los efectos, pero Él ha juzgado su causa. Y mediante Su juicio se eliminan los efectos. Tal vez vengas con los ojos arrasados en lágrimas, mas óyele decir: "Hermano mío, santo Hijo de Dios, contempla tu sueño fútil en el que sólo algo así podría ocurrir". Y saldrás del instante santo riendo, con tu risa y la de tu hermano unida a la de Él. (T.27.VIII.9) (Pág. 661)

Más adelante en este Libro de ejercicios examinaremos el uso de la metáfora de los juguetes para representar la aparentemente gigantesca naturaleza del pecado, la cual no sirve para nada más que ocultar su locura [estupidez, tontería] innata.

(3) En lo profundo de tu interior yace todo lo que es perfecto, presto a irradiar a través de ti sobre el mundo. Ello sanará todo pesar y dolor, todo temor y toda sensación de pérdida porque curará a la mente que pensaba que todas esas cosas eran reales y que sufría debido a la lealtad que les tenía. 

Si sé que Dios va conmigo, que Su Amor está siempre conmigo a través del Espíritu Santo, entonces me doy cuenta de que todo lo que había creído y percibido no es verdad. Una vez más, ese es el miedo —si mis creencias y percepciones no son verdad, entonces yo tampoco soy verdadero. Por lo tanto mantengo inconscientemente la creencia de que la culpa es el cielo, pues eso prueba que yo existo, el yo que yo creo que soy.

(4) Jamás se te puede privar de tu perfecta santidad porque su Fuente va contigo dondequiera que tú vas. Jamás puedes sufrir porque la Fuente de toda dicha va contigo dondequiera que tú vas. Jamás puedes estar solo porque la Fuente de toda vida va contigo dondequiera que tú vas. Nada puede destruir tu paz mental porque Dios va contigo dondequiera que tú vas. 

A Jesús le gustaría que vieras cuán terca y categóricamente intentas demostrar que estas declaraciones están equivocadas y que tus creencias están en lo cierto. Haces esto al probar que el mundo es hostil, amenazador y pecaminoso, o al probar que tú eres hostil, amenazador y pecaminoso. No importa cuál. Es de mucha ayuda darte cuenta de cuánto te defiendes contra esta verdad al estar constantemente afirmando que tienes razón y tratando de demostrarlo. Es también crucial que reconozcas que no crees en las palabras de Jesús, como él te va a decir en la siguiente frase [5.1].

Un asunto más, antes de seguir: si estuviésemos dispuestos a aceptar como ciertas las hermosas frases del párrafo de arriba [4], nuestra culpa no tendría donde ir excepto seguir estando dentro de nuestras mentes, donde el ego nos dijo que nos esperaba una muerte segura a manos de un dios vengativo, empecinado en nuestra destrucción. Nuestro sufrimiento e infelicidad proyectados externamente protegen este pensamiento interno. De aquí viene la necesidad de protegernos a nosotros mismos, la cual produce la resistencia a que aceptemos las reconfortantes palabras de Jesús. 

(5.1-2) Comprendemos que no creas nada de esto. ¿Cómo ibas a creerlo cuando la verdad se halla oculta en lo profundo de tu interior, bajo una pesada nube de pensamientos dementes, densos y turbios que representan, no obstante, todo lo que ves? 

¿Cómo es posible que entiendas esto cuando todavía crees que hay un leyendo estas palabras? ¿Cómo podrías entender cuando sigues preocupado por tu especialismo, tu individualidad y tus problemas? Una vez más, vemos el propósito de nuestros pensamientos dementes que conducen a nuestras percepciones dementes: dicho propósito es que ellos ocultan la verdad que ciertamente nos hará libres del sistema de pensamiento del ego: el del miedo, el odio y el sufrimiento. 

(5.3) Hoy intentaremos por primera vez atravesar esa obscura y pesada nube y llegar a la luz que se encuentra más allá. 

Jesús empleará de nuevo esta imagen en la lección 70 [párrafos 8 y 9 de la L.70, sobre todo L.70.9.2-3], siendo esa vez la idea que es Jesús el que te guía a través de la nube. Él te pide que no niegues la presencia de esta nube de culpa, individualidad y especialismo, sino que prestes mucha atención a ella. Nunca podremos llegar a la luz sin antes pasar a través de la nube, "obscura y pesada" solamente para el ego. Pero en realidad no es más que un "frágil velo ante la luz" [T.18.IX.5.4], como leemos en este maravilloso y extenso pasaje del Texto

Pues la supuesta realidad de la culpabilidad es la ilusión que hace que ésta parezca ser algo denso, opaco e impenetrable, y la verdadera base del sistema de pensamiento del ego. Su delgadez y transparencia no se vuelven evidentes hasta que ves la luz que yace tras ella. Y ahí, ante la luz, la ves como el frágil velo que es. 

Esta barrera tan aparentemente sólida, y ese falso suelo que parece una roca, es como un banco de nubes negras que flotan muy cerca de la superficie, dando la impresión de ser una sólida muralla ante el sol. Su apariencia impenetrable no es más que una ilusión. Cede mansamente ante las cumbres que se elevan por encima de ella, y no tiene ningún poder para detener a nadie que quiera ascender por encima de ella y ver el sol. Esta aparente muralla no es lo suficientemente fuerte como para detener la caída de un botón o para sostener una pluma. Nada puede descansar sobre ella, pues no es sino una base ilusoria. Trata de tocarla y desaparece; intenta asirla y tus manos no agarran nada. 

(...)

Asimismo debería ser con las tenebrosas nubes de la culpabilidad, las cuales son igualmente vaporosas e insubstanciales. No te pueden magullar al atravesarlas. Deja que tu Guía te muestre su naturaleza insubstancial a medida que te conduce más allá de ellas, pues debajo de ellas hay un mundo de luz sobre el que esas nubes no arrojan sombras. (T.18.IX.5.2-4; 6; 8.1-3) (Págs. 439 y 440)

De hecho, esta enseñanza sobre la "naturaleza insubstancial" de la culpabilidad es el corazón y el alma de Un curso de milagros; la esencia de la Expiación. Nos enseña que no hay necesidad de defendernos de la idea de culpabilidad, la cual no tiene efecto y por lo tanto no está ahí. Una vez más, podemos observar cómo la profunda enseñanza del Texto se encuentra en estas "simples" lecciones del Libro de ejercicios

Ahora sigue con las intrucciones para el día, en las cuales tendremos que volver a hacer una sesión de práctica larga. Esta vez Jesús nos insta más directamente a ir adentro, haciendo una clara distinción entre la actividad del cerebro de pensar y la de la mente, la verdadera fuente de nuestros pensamientos: 

(6.1-6; 7.1-2) Hoy tendremos una sola sesión de práctica larga. Por la mañana, a ser posible tan pronto como te levantes, siéntate en silencio de tres a cinco minutos con los ojos cerrados. Al comienzo de la sesión de práctica repite la idea de hoy muy lentamente. No trates de pensar en nada en particular. Trata, en cambio, de experimentar la sensación de que estás sumergiéndote en tu interior, más allá de todos los pensamientos vanos del mundo. Trata de llegar hasta lo más profundo de tu mente, manteniéndola despejada de cualquier pensamiento que pudiese distraerte. 

De vez en cuando puedes repetir la idea de hoy si observas que eso te ayuda. Pero sobre todo, trata de sumergirte tan profundamente como puedas en tu interior, lejos del mundo y de todos sus pensamientos disparatados. 

Y todo es disparatado aquí; o, mejor, es disparatado creer que las cosas del mundo pueden proporcionarnos placer o dolor. El sumergimiento interior —más allá de ellas— significa pasar de largo nuestra identificación corporal —el lugar donde aparentemente ocurre nuestro placer y nuestro dolor— para llegar a la mente, que es el único origen de nuestros sentimientos y pensamientos. Es en la mente donde experimentamos la Presencia de Dios por medio del Espíritu Santo, y es en la mente donde tomamos la decisión de sustituir la presencia del ego por la Suya. 

Las próximas dos frases hacen hincapié en la distinción crucial, tomada de Platón, entre apariencia y realidad; de hecho, ir hacia dentro tiene como propósito tomar conciencia de esta importante distinción. 

(7.3-4) Estás tratando de llegar más allá de todo ello. Estás tratando de dejar atrás las apariencias y de aproximarte a la realidad.

Jesús quiere que primero miremos cuidadosamente lo que nos parece tan real: el mundo, repleto de personas que ven y oyen nuestro cuerpo, y cuyos cuerpos nosotros también vemos y oímos. Después, el siguiente paso, siguiendo la suave guía de Jesús, es reconocer la naturaleza ilusoria de estas apariencias e ir más allá de ellas hasta los pensamientos del ego; y entonces, finalmente, ir más allá del ego hasta llegar al pensamiento de la Expiación del Espíritu Santo. 

(8.1-4) Es perfectamente posible llegar a Dios. De hecho, es muy fácil, ya que es la cosa más natural del mundo. Podría decirse incluso que es lo único que es natural en el mundo. El camino quedará despejado, si realmente crees que ello es posible. 

Jesús no está diciendo que tengas que creer esto totalmente; solo tienes que creer que quizá, solo tal vez, es posible que él tenga razón y que tú estés equivocado. Si la cosa más natural del mundo es llegar a Dios, y todo en este mundo es un movimiento contra Él, entonces nada de este mundo es natural, incluyéndote a ti mismo, tu cuerpo, personalidad y existencia individual. Es tu creencia la que te llevará al Hogar, una vez que pongas su poder bajo el principio de la Expiación del Espíritu Santo, corrigiendo la creencia errónea de la separación.

Jesús en seguida subraya la importancia de esta lección, tratando de reforzar nuestra confianza en el proceso de entrenamiento para nuestras mentes que provee el Libro de ejercicios. Este es uno de los muchos "mensajes de ánimo" que él nos da a lo largo del camino: 

(8.5-7; 9.1-3) Este ejercicio puede producir resultados asombrosos incluso la primera vez que se intenta, y tarde o temprano acaba por tener éxito. A medida que avancemos ofreceremos más detalles acerca de este tipo de práctica. No obstante, nunca fracasa del todo, y es posible tener éxito inmediatamente. 

Usa la idea frecuentemente a lo largo del día, repitiéndola muy despacio, preferiblemente con los ojos cerrados. Piensa en lo que estás diciendo, en el significado de las palabras. Concéntrate en la santidad que esas palabras te atribuyen; en la compañía indefectible de la que gozas, en la completa protección que te rodea. 

Estas últimas líneas apuntan hacia la verdad que se encuentra más allá de la ilusión, una verdad que es nuestra una vez que nos centramos en las lecciones y en la práctica de los ejercicios. 

Y a continuación la última declaración de la lección: 

(10) Puedes ciertamente permitirte el lujo de reírte de los pensamientos de miedo, recordando que Dios va contigo dondequiera que tú vas. 

Jesús vuelve al tema de reírnos del ego; es decir, no tomarlo seriamente. Esto solo es posible cuando hemos llevado nuestros pensamientos de miedo al Amor de Dios, el cual nos lo recuerda el Espíritu Santo. Sin este proceso de llevar las ilusiones a la verdad, nuestra risa sería superficial en el mejor de los casos, y burlona y enjuiciadora [sentenciosa, repleta de juicios] en el peor. La risa del Espíritu Santo tiene su origen en una sonrisa amable que conoce la diferencia entre apariencia y realidad, entre la ilusión y la verdad, entre la separación y la Expiación. En la lección 187 Jesús hace la aparentemente escandalosa afirmación de que podrías mirar el dolor, el sufrimiento y el hambre del mundo y reírte de ello [L.187.6.4]. Te reirás del sufrimiento, no porque te estés burlando de la gente, sino porque, al haberte unido con el Espíritu Santo en tu mente correcta, sabrás que no es cierto —y que no tiene el poder de arrebatarte la paz y el Amor de Dios.

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Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

Índice de capítulos traducidos en este blog, aquí: link-indice.

miércoles, 17 de diciembre de 2014

Helen (Ken Wapnick)

Copio un poquito del capítulo 8 del libro «Cuando 2+2=5», donde Ken Wapnick habla de Helen Schucman (la escriba de UCDM) entre otras cosas:

En raras ocasiones, Helen experimentó la presencia del amor sin ego. Yo solía estar con ella y, de pronto, ella ya no estaba allí. Se le transformaba el rostro; al hablar, seguía siendo Helen, pero tenía una voz totalmente sin ego. No tenía inflexión alguna y era como si viniera de otra dimensión. Cuando «regresaba» y su cara recuperaba el color natural, ella describía la experiencia como algo que iba más allá de Jesús, más allá de las palabras. Con eso quería decir que Jesús es específico y que esa experiencia trascendía el símbolo de Jesús para convertirse en una vivencia del puro Amor de Dios, que Jesús representaba. Por eso, cuando ella hablaba —no recuerdo sus palabras—, se oía como una voz de otro mundo. Iba más allá de lo específico, de las palabras, de lo que en su experiencia era la persona Jesús. En ese momento, no era la Helen que yo conocía. Me sentía como si estuviese ante una presencia totalmente sin ego. 

Con frecuencia yo estaba con Helen cuando ella oía mensajes de Jesús o estaba anotándolos. Por muy santa que fuese la experiencia o por muy hermoso que fuese el mensaje, seguían siendo dualistas. Pero la «Helen» real, cuando se encontraba en ese estado de otro mundo, iba más allá. (...) Era como estar en presencia del amor puro, un amor que no era de este mundo. En ese estado, no hay tomador de decisiones, pues está literalmente más allá de la mente dividida. 

En mi libro acerca de Helen, lo llamé el lado de la sacerdotisa [Nota del Traductor: «Ausencia de felicidad: la historia de Helen Schucman y su labor como escriba de "Un curso de milagros"». Véase el capítulo 17 y el Epílogo], la «Helen» que es la verdadera fuente de Un curso de milagros. Esta presencia sin ego es lo que hace que el Curso tenga tanta autoridad y que incite a las personas a responder a él como lo hacen. En este sentido muy real, Un curso de milagros va más allá del símbolo que llamamos Jesús. Llegó a través de una persona llamada Helen cuya mente tradujo a la forma —palabras y conceptos— su amor inespecífico y sin ego. No estaríamos leyendo este libro ahora si ella hubiese permanecido en ese estado. Era como si, en un nivel más profundo, su mente hubiese elegido ser Helen, con todos los elementos contradictorios que constituían su personalidad y la mantenían aquí. Ella no habría podido tomar el dictado de este curso si se hubiese identificado con la sacerdotisa sin ego. 

(...)

Lo diré una vez más: Un curso de milagros nació de ese amor puro sin ego. Pero, puesto que Helen se identificaba como Helen, su labor de escriba se convirtió en una experiencia dualista, en la que el hombre Jesús le hablaba y ella anotaba lo que oía. (...)

(Ken Wapnick) 

Fuente: «Cuando 2+2=5», de Kenneth Wapnick, páginas 102-104.

Es un libro muy recomendable para aquellos a quienes les gusta UCDM. Podéis leer el capítulo 6 de este libro en este post de mi otro blog: Cuando 2+2=5

martes, 16 de diciembre de 2014

Respuesta a un mail: miedo a Dios

Un amigo me escribió hace poco (este mismo mes) por mail pidiendo mi opinión. Copio aquí el intercambio por si a alguien le apetece leer y le viniera bien algo de lo comentado. 

Pregunta: 

Buen día estimado Toni, espero estes super bien!!

Últimamente me ha estado rondando por la mente el tema la separación que percibimos en esta ilusión, en mi caso en mi infancia mi abuela católica cristiana siempre nos hablaba de Dios padre y estas cosas que enseñan en el catolicismo y el obedecer a Dios y respetarlo etc , etc., esto desencadeno en mí el efecto contrario sumado a otras cosas pues desarrollé un tipo de trastorno en el que tenía miedo a Dios y mi mente generaba pensamientos “malos” contra él y todo lo sagrado ,aun en contra de mis sentimientos.(esto era un conflicto horrible). Ya que al saber que Dios podía ver mi mente y mis pensamientos me iba a castigar por todo lo que involuntariamente pasaba en mi mente. (llámese trastorno obsesivo compulsivo). Y aunque parezca cómico aun muriendo en el cuerpo físico no ves la solución ya que sientes el temor de que estos pensamientos se generen luego de desencarnar y que te presentes ante Dios.(cabe mencionar que en esos tiempos tenía miedo hasta dormir ya que temía no poder controlar mis sueños y que aparecieran cosas malas contra lo sagrado).


En cuento a la no ilusión , la unidad con Dios que es todo lo que existe, a una persona que tiene tan arraigada otras creencias no le queda tan fácil. Suponiendo que le digas a alguien “eres una parte de Dios”, sientes que no estas completo. Y si le dices “tú eres todo lo que existe, eres Dios”, indica que más allá del cuerpo físico eres Dios sin separación y cuesta imaginarse  siendo Dios y que te hablen de  Guías ,ángeles , Jesús y esas cosas porque se percibe separación ( y siempre tienes presente las escalas a nivel humano: mayor, menor, mejor, peor, etc). Aunque sé que se percibe desde el punto de vista mental y esto da cabida al miedo e inseguridades.


Pienso según mi experiencia que aquí el detalle está en que al sentir separación y tener la convicción que estas a merced de alguien (llámese entidad, energía, etc) porque esta sea más poderosa que tú, genera un miedo que te separa más y te genera muchos dramas.


En tu experiencia ya estamos ante Dios?, es decir aún en esta ilusión, crees que cuando la trascendemos descubrimos que siempre hemos estado con Dios?, porque creo que uno de mis mayores temores siempre han sido que cuando me presente ante Dios, es decir un futuro..


Quise hablarte de esto, porque para mí es un tema que estaba como guindando, ya que como te mencioné en una ocasión a veces siento que avanzo y a veces que vuelvo, pero nunca vuelvo como al principio.(quizás me entiendas).jeje


Quisiera tu opinión referente al tema.

Respuesta (borro solamente el nombre en la primera línea, y más abajo añado una nota para añadir los links a los posts mencionados en esa parte del mail): 

¡Hola XXX, todo bien por aquí! Gracias por escribir de nuevo.

Este tema que comentas podemos tratarlo mejor en dos partes, así vemos mejor sus dos aspectos principales:

1) Ese miedo al final, al reencuentro con Dios: el fin de la ilusión.

2) Lo práctico: qué podemos hacer aquí, mientras todavía nos experimentamos como un ser que vive dentro del sueño.

Vamos con ellos:

1) El miedo a Dios.

Es un miedo común a todos cuando aún no estamos iluminados. Quienes no reconocen este miedo conscientemente, lo tienen inconscientemente. Para entendernos: incluso los ateos tienen este miedo a Dios, aunque no sean conscientes de esto. Puedes cambiar el nombre a esto y llamarlo también miedo a la Verdad, miedo a reconocerse a Uno Mismo, etc. Es lo mismo.

En tu caso, parte de la educación que tuviste reforzó en ti este miedo a Dios, pero eres libre de superarlo soltando tus miedos, por ejemplo uniéndote a Jesús o siguiendo algún otro símbolo que te inspire amor y confianza sin miedo. Todo depende de ti, pues tú lo elegiste a un nivel de la mente profunda inconsciente (tu vida corporal, incluida aquella educación, no es más que un símbolo de lo que elegiste a nivel de la mente inconsciente: separación). Ahora puedes revertir eso conscientemente, por ejemplo mediante los consejos que se te dan en UCDM o la vía que te guste. Revertir esta creencia en la separación —y el miedo que conlleva— es el propósito del Curso de Milagros, es la mentalidad correcta o percepción correcta de la que hablaremos brevemente más abajo en el punto 2 (lo práctico que podemos hacer aquí, para liberarnos). Es más fácil de lo que parece primera vista porque no se trata de revertir algo real, sino simplemente de reconocer la verdad que nunca ha cambiado. Reconocer el Amor que nunca nos ha abandonado.

Por tanto, el miedo a Dios/Verdad es un miedo común a todos los no iluminados. En UCDM, en el capítulo 19 del Texto, donde se habla de los cuatro obstáculos a la paz, el último de ellos, que subyace bajo los anteriores, es el miedo a Dios: (T.19.IV.D) (Pág. 468-473). Nos resistimos a reconocer la verdad debido a este miedo (nos pasa a todos, seamos conscientes de ello o no). Para ir deshaciendo este miedo, UCDM nos ofrece el sistema de pensamiento del perdón.

Así que una parte de nuestra mente está asustada de volver a Dios. Es la parte que cree haber atacado a Dios, porque cree que al elegir separarse de Él, rompió la Unidad del Cielo, rompió a Dios, al arrancarLe un trozo: YO. Como explica Ken Wapnick en sus escritos, esta parte de la mente está azorada (atontada, confundida y asustada), porque por un lado cree haber matado a Dios (lo cual produce una abismal desesperanza porque se siente la enorme carencia y el convencimiento de que ya no es posible recuperar la Plenitud porque la hemos matado), y a la vez cree que Dios ha sobrevivido al ataque y que ahora busca venganza y si nos encuentra nos castigará terriblemente, lo cual nos produce pánico (a nivel de la mente profunda) y es el motivo por el que decidimos proyectar el universo del espacio/tiempo de las formas, para así olvidarnos de esto y "escondernos" en un lugar donde Dios no está. Y en efecto Dios no está en lo que no existe (en este mundo dual), pero sí está el reflejo de Su Amor, que nos acompañará siempre, y que nos ayuda a despertar en cuanto le pedimos ayuda (incluso antes, pero no nos obliga a despertar contra nuestra voluntad, pues sabe que tarde o temprano querremos libremente dejar atrás estos juegos absurdos).

De modo que tenemos miedo a Dios, y para tranquilizarnos, algunos sabios nos explicaron con ejemplos metafóricos que Dios es Amor y solamente quiere que estemos bien. Y eso es la verdad.

Algunos de estos ejemplos metafóricos son las parábolas de Jesús, como la del hijo pródigo y la de la oveja perdida.

La parábola del hijo pródigo es una respuesta del Espíritu Santo a una parábola del ego que refleja nuestro miedo: la parábola bíblica de la creación. Supongo que conoces todas estas parábolas. Brevemente, la de la creación es la popular historia de Adán y Eva (o sea, nosotros). Según esa parábola del ego, Dios nos expulsó del Paraíso debido a nuestro pecado y por eso vivimos en este mundo desdichado. Esta historia es un reflejo de nuestro miedo, en la cual proyectamos sobre Dios nuestros propios pensamientos: como nuestra mente inconsciente cree que se separó de Dios, y eso le produjo una enorme carencia y sufrimiento, no quiso asumir esa responsabilidad y proyectó esa decisión sobre Dios: "no abandoné el Cielo, sino que Dios me expulsó por mi pecaminosidad". Como dice Un Curso de Milagros, al negar a Dios, creemos que fue Él Quien nos negó a nosotros: «¿Cómo podría el Hijo negar al Padre sin creer que el Padre lo ha negado a él?» (T.11.IV.2.2) (Pág. 222-223). O sea, que proyectamos sobre Dios lo que creemos haber hecho nosotros (separarnos), y en el mundo repetimos el mismo error: proyectamos sobre los demás lo que creemos haber hecho nosotros mismos (el rechazo, la separación, el ataque), o proyectamos sobre los demás los defectos que inconscientemente creemos que están en nosotros.

A esa parábola bíblica de la expulsión del paraíso, que es una parábola proveniente de la percepción errada del ego, Jesús contrapuso la historia del hijo pródigo, que refleja la verdad: el hijo eligió separarse de su padre, abandonó la casa familiar para experimentar por su cuenta, y cuando se cansó de sufrir tanta carencia, se acordó de su padre y pensó que mejor sería volver, y cuando volvió fue recibido con los brazos abiertos y una enorme fiesta se hizo en el Cielo. Puedes leer esta parábola en la Biblia o mejor aún la versión breve que da Jesús en el Curso, aquí:

     Escucha la parábola del hijo pródigo, y aprende cuál es el tesoro de Dios y el tuyo: el hijo de un padre amoroso abandonó su hogar y pensó que había derrochado toda su fortuna a cambio de cosas sin valor, si bien no había entendido en su momento la falta de valor de las mismas. Le daba vergüenza volver a su padre porque pensaba que lo había herido. Mas cuando regresó a casa, su padre lo recibió jubilosamente toda vez que el hijo en sí era su tesoro. El padre no quería nada más. (T.8.VI.4) (Pág. 165)

Resumiendo: que no fuimos expulsados del Paraíso, pues es imposible dejar de ser lo que somos: el Ser es inmutable. Lo que pasó es que imaginamos habernos ido, pero podemos dejar de creer en esta imaginación cuando queramos, y despertar aplicando el pensamiento corrector del perdón.

La parábola bíblica de la oveja perdida es también muy dulce: el pastor ama a su rebaño de 100 ovejas, y cuando una de ellas se pierde, se apresura a buscarla y cuando por fin la encuentra es grande su alegría. Dios solamente quiere nuestra felicidad, y en nuestra felicidad se halla la Suya. Ni uno solo de Sus Hijos podría perderse, pues nuestra naturaleza es estar a salvo en Él.

En la pura Realidad, Dios es, y nada más es. No hay separación entre Él y Su creación. No hay separación entre Él y nosotros. Todo es Uno. Dios no es realmente consciente de las ilusiones, porque las ilusiones no existen. Dios no sabe nada de este mundo de dualidad que pensamos que es real. A este nivel Total, como dije, Dios es, y nada más es.

Pero hasta que despertemos a Eso, mientras vivimos en este mundo usamos los símbolos que reflejan la verdad, y practicamos el sistema de pensamiento del perdón. Estos símbolos de ayuda son por ejemplo el concepto de dividir a Dios en una Trinidad: Padre, Hijo, Espíritu Santo. Así atribuimos funciones diferentes temporalmente, como ayuda para que despertemos de esta ilusión. El Padre no sabe nada de este mundo inexistente (representa la Verdad pura). Pero el Hijo cree vivir aquí, y el Espíritu Santo sí percibe todo lo que percibe el Hijo, sin restricciones. El Espíritu Santo sí percibe el mundo ilusorio, completamente de una, o sea que ve a la vez todo: el presente, el pasado y el futuro; sabe lo que sucede en todas las épocas, por eso sabe que todos despertaremos, y Él sabe cuándo (por cierto, esa "fecha" ilusoria fuimos nosotros quienes la elegimos, pues no estamos separados del Espíritu Santo). Cada uno despierta en el momento oportuno, que sea lo mejor para todos. A nadie se le obliga a despertar, pero todos vamos deseando despertar, poco a poco, cada vez más.

El Espíritu Santo sí lo sabe todo (incluso a nivel de las ilusiones), sí sabe todo lo que pensamos y todo lo que nos preocupa, pero no nos juzga. Su único juicio sobre nosotros es que somos el Hijo perfecto de Dios, y Él sabe que somos perfectos y completamente amados, y que todos somos uno, pero también sabe que nosotros no nos vemos así porque nos estamos juzgando a nosotros mismos, y Él sabe cómo ayudarnos a despertar de esta creencia a la que hemos querido jugar. Cuando deseamos despertar, estamos recordando al Espíritu Santo dentro de nosotros, que inspira en nosotros la llamada a despertar, el recuerdo de la verdad.

Para el Espíritu Santo, nuestros pensamientos ilusorios son simplemente jueguecillos imaginarios sin importancia. Él ve nuestros pensamientos reales que compartimos con Él (pensamientos de amor y unidad), y también ve nuestros pensamientos ilusorios, y los ve únicamente para así podernos ayudar sabiendo lo que nos asusta y sabiendo dar una ayuda que sea conveniente tanto desde nuestro punto de vista (que nuestras necesidades sean solucionadas) como desde el punto de vista elevado (en el que lo más importante es ayudarnos de la manera más dulce a despertar).

Otros símbolos de ayuda son Jesús, Buda, Krishna, o muchos otros, cada cual puede usar el que le funcione, el que sienta inspirador o que le transmite tranquilidad. UCDM es simplemente otro símbolo más que podemos usar como ayuda. Los libros son ilusorios, pero UCDM es un reflejo de la verdad, y sin idealizarlo, podemos usarlo en la medida en que nos resuene. UCDM es simplemente un reflejo (entre muchos otros) de tu propia sabiduría interior, un reflejo de la unidad del amor.

La Ayuda de la que disponemos es perfecta, porque el Espíritu Santo o Maestro interior lo sabe todo y está constantemente velando por nosotros y ayudándonos. Él sabe la Verdad del Cielo (y si nos abrimos de corazón, puede incluso revelárnosla), y también es consciente de cómo percibimos nosotros el mundo, es consciente de nuestros miedos y preocupaciones, es consciente de nuestros problemas, sabe que no son problemas pero que nosotros los vemos como problemas, y Él sabe cómo ayudarnos para que superemos el miedo y despertemos a la felicidad. Incluso en lo ilusorio, nada sucede por casualidad, y cada evento contiene la oportunidad de acordarnos del Espíritu Santo para pedirle que nos ayude a percibir esa situación desde Su punto de vista amoroso que ayuda a despertar (percibir con los ojos del perdón). Nunca estamos solos y nada es casual. Siempre estamos siendo ayudados. Siempre estamos acompañados por la Providencia. 

Somos guiados suave y dulcemente. Y cuando nos cerramos a Su ayuda, podemos elegir volver a abrirnos cuando lo queramos.

Desde la perspectiva del Cielo, todos somos felices en Unidad y el sueño de la dualidad jamás ha sucedido (esto responde a una de tus preguntas en el mail). Eso lo experimentaremos cuando despertemos, pero mientras tanto lo que nos interesa es la perspectiva del Espíritu Santo, y Él sabe que todos despertaremos, porque Él ve (todo el tiempo sucede a la vez) que ya hemos despertado. En último término el tiempo es ilusorio, pero mientras percibimos que vivimos en el tiempo, lo usamos para amar y perdonar: o sea, que lo usamos para despertar. Mientras parezca haber tiempo, usamos el tiempo para deshacer el tiempo jejeje.

Y mientras este proceso transcurre, siempre estamos completamente a salvo y perfectamente cuidados. Podemos negarnos a reconocer que estamos a salvo, pero cuando aceptamos la verdad nos sentimos más tranquilos y podemos elegir aceptar la verdad ahora.

Dios está con nosotros y Su Amor nunca falta.

2) Lo práctico: qué podemos hacer aquí, mientras todavía nos experimentamos como un ser que vive dentro del sueño.

Bueno, esto puede explicarse largamente, UCDM es para esto y son más de 1000 páginas jejeje. También puedes sondear todo lo que encuentres de Gary Renard y de Ken Wapnick, son buenísimos explicando. Como complemento si quieres, puedes leer también unos posts que precisamente estos días estoy posteando en mi blog de Sois Dioses: la trilogía de "Búsqueda externa" y también los posts que tengo ya preparados para los próximos días, culminando el próximo martes  16 de diciembre con un post donde copio un capítulo (el capítulo 6) del libro «Cuando 2+2=5», de Ken Wapnick, que explica brillantemente cierto asunto interesante, acompañando la explicación con algunos ejemplos muy buenos. El primer post de la trilogía "Búsqueda externa" lo tienes aquí: http://jugandoalegremente.blogspot.com/2014/12/busqueda-externa-i-la-belleza-esta-en.html La parte 2 ya está posteada también (en el panel lateral puedes ver todos los posts que voy posteando de este mes); y cuando leas este mail tal vez ya esté posteada la parte 3, pues está programada para publicarse automáticamente dentro de unas horas, a las 7 de la mañana hora española. Los otros 3 posts saldrán los 3 días siguientes. El último es el de Ken Wapnick; los otros son todos relacionados pero explicado con mis propias palabras.

Nota añadida para el blog: como hoy, al contrario que el día en que escribí este mail, ya he posteado esos posts a los que hacía referencia ahí, incluyo aquí todos los links de esos posts relacionados: 1) «Búsqueda externa (1)». 2) «Búsqueda externa (2)». 3) «Búsqueda externa (3)». 4) «¿Soy valioso 5) «No hay barreras: justo ahora ya lo eres todo». 6) «Cuando 2+2=5». Fin de la nota; seguimos con la copia del mail.

Bien, el asunto práctico es despertar. Cuando despertemos, nuestra experiencia será que nunca hubo sueño, pero mientras aún dormimos, lo útil es despertar (aunque el despertar sea una apariencia, pero es la última de las apariencias, tras la cual finaliza la creencia en la dualidad). Para despertar, cada tradición habla de sus conceptos. En el advaita se habla del discernimiento y desapego, o de autoindagación. En UCDM se habla del perdón (que tiene mucho en común con los anteriores, aunque con algunos matices diferentes).

Preguntas por mi experiencia. Yo no estoy iluminado (usando el concepto de "iluminación" del modo más tradicional). Por supuesto que sé que el Ser que todos somos siempre está iluminado y nunca se ha dormido (por lo tanto también sé que no estoy "no-iluminado", pues lo que no está iluminado es el cuerpo o la mente limitada, y sé que no soy ni el cuerpo ni la mente limitada). Pero mi experiencia es aún vivir en un cuerpo; y aunque disfruto de bastante paz debido a mi confianza en la verdad, a veces se cuelan miedos por aquí y allá, preocupaciones por el futuro, molestias o dolores, etc. Generalmente estoy muy bien, pero cuando no es así, aprovecho para perdonar. Y aquí vamos al tema: ¿Qué podemos hacer en este mundo para salir de nuestros problemas, para escapar de nuestro sufrimiento? Simplemente perdonar.

Reconocer la Verdad pura no nos resulta fácil aquí en lo ilusorio; si nos fuese así de fácil, no percibiríamos estar aquí en un mundo limitado. Pero lo que sí acaba siendo fácil cuando lo practicamos mucho, es aprender a despertar: el perdón. No captamos la verdad pura porque aún no estamos iluminados, pero sí vemos los símbolos que podemos perdonar, sin prisas, uno por uno. Esto es suficiente. Simplemente tenemos que mantenernos perdonando hasta que la iluminación suceda (en el Curso se usa más la palabra "resurrección", pero en UCDM la iluminación y la resurrección son lo mismo, equivalentes a despertar).

En el Curso puedes leer que "no hay que hacer nada" (por ejemplo la sección T.18.VII). En otra parte dice que no hay que hacer nada, excepto no interferir (T.16.I.3.12). Así pues, no se trata de hacer cosas sobre el mundo para salvarnos. De lo que se trata es simplemente de perdonar (discernir y desapegarse, volviendo así al reconocimiento del ser), y esto no requiere que cambiemos nada en el mundo, así que en el mundo podemos seguir haciendo lo que nos vaya bien, según nuestras preferencias, pero sin darle importancia ni creer que eso es real, pues no lo es (leer por ejemplo el capítulo 6 del libro «Cuando 2+2=5», que como te dije más arriba planeo copiarlo al blog el próximo martes).

Un ejemplo típico: si miras en el espejo y te ves la cara manchada, no limpias la cara del espejo, sino tu propia cara a este lado del espejo. Limpiar la cara del espejo no limpiaría la mancha, y eso es lo mismo que querer arreglar nuestros problemas cambiando el mundo (el mundo es un espejo que nos refleja nuestras creencias interiores). Limpiar la propia cara (no la del espejo) es lo mismo que perdonar: es mirar dentro de uno mismo y cambiar nuestra mentalidad. Esto es lo que nos hace despertar. Lo hacemos poquito a poco. Elegimos sentirnos en paz, independientemente de la apariencia que aparezca reflejada en el espejo llamado "mundo".

Cuando un acontecimiento nos molesta, debemos darnos cuenta de nuestra reacción mental. Si sucede algo y sentimos miedo, debemos darnos cuenta de que ese acontecimiento no es la causa de nuestra falta de paz. Al revés: nos está señalando (simbólicamente) para que miremos en nuestro interior, en nuestra propia mente, y cambiemos nuestra creencia en la separación. Son nuestras creencias las que nos roban la paz, no los acontecimientos externos. La lección 5 del Libro de ejercicios se titula "Nunca estoy disgustado (o asustado, enfadado, preocupado, etc) por la razón que creo". No son los acontecimientos los que causan nuestro estado mental de miedo, sino nuestra decisión de creer que nos hemos separado de Dios. Y esto se corrige al perdonar y elegir reconocer la paz, suceda lo que parezca suceder.

El miedo a Dios, del que hablábamos arriba en el apartado 1 de este mail, es un miedo tan enorme que no podemos tratarlo directamente todo a la vez. Así que lo práctico es ir tranquilamente, paso a paso, perdonando uno a uno los símbolos de ese miedo, pues los símbolos sí los vemos en nuestra vida cotidiana y son de una intensidad manejable (si elegimos no darles el poder de perturbar nuestra paz). Cada vez que algo nos perturba (pérdida de paz, o una enfermedad, accidentes, las noticias de la televisión, lo que un amigo nos dice, las interacciones con el jefe, o se estropea algún electrodoméstico, falla el PC, o cualquier cosa parece ir mal, a nosotros o a alguien) debemos perdonar, dándonos cuenta de que si eso nos hace sentir mal o sin paz, es porque le hemos dado al ilusorio mundo externo el poder de molestarnos. Somos nosotros quienes elegimos cómo reaccionar. Al creer en la separación, esos símbolos nos producen inquietud. Pero conforme los vamos perdonando confiando en el Espíritu Santo, cada vez nos resulta más fácil permanecer en paz, independientemente de la forma que tomen los "acontecimientos externos". Uno puede llegar a sentirse en paz incluso en mitad de la guerra, o incluso aunque el cuerpo parezca enfermo. Por ejemplo Ken Wapnick murió de cáncer, y dicen que tenía una gran paz en sus últimos días, nunca le preocupó esa aparente enfermedad, pues no se identificaba con el cuerpo. Así que en esos últimos días estuvo tan tranquilo, con la misma paz y la misma felicidad y sentido del humor que durante cualquiera de los años anteriores, sin importar que en la apariencia ahora parecía tener su cuerpo esa "grave" enfermedad (como dice el Curso, no hay realmente grados o jerarquía en las ilusiones, por lo que una enfermedad como esa puede perdonarse exactamente igual que un resfriado o que a uno le caiga en el abrigo una cagada de pájaro). A la hora de perdonar, todo es lo mismo. Todo se vuelve igual de fácil si lo elegimos así. A veces nos resistimos a elegirlo así, pero también podemos perdonarnos por eso. En el fondo, todo perdón es autoperdón: me perdono a mí mismo por lo que percibo "en mí" o "fuera de mí". Seamos dulces con nosotros mismos (y con los demás, que nos devuelven el reflejo de nosotros mismos).

De manera, que aunque no soy completamente consciente del miedo a Dios que todos tenemos en la profundidad de la mente, sí puedo ver los símbolos que representan eso, por ejemplo cuando me duele algo, o cuando se estropea alguna cosa que creo que necesito, etc. Al perdonar, recuerdo que estos símbolos no tienen poder para quitarme la paz, y que puedo elegir mantenerme en paz a pesar de todo, sabiendo que son símbolos temporales y que en la realidad mi Ser está a salvo en Dios. Perdonar nos permite recuperar la paz, la cual es constante: siempre está disponible. Así que perdono cada incidente, cada símbolo, hasta que estar en paz se convierte en lo habitual. Esta práctica, finalmente, culminará en el despertar. El Espíritu Santo sabe que eso ya ha sucedido.

Nada nos separa de Dios. Nada nos separa de nuestro propio Ser. Dios nos sonríe y nos espera con Sus Brazos abiertos. El hijo pródigo es libre de volver a casa. Si realmente quiere volver a casa ya, usará el perdón, pues el perdón es el medio para volver a casa. Y nada puede evitar que perdonemos, si así lo elegimos. Por lo tanto, somos libres.

El despertar es completamente inevitable. El tiempo parece separarnos de este momento de despertar, pero el tiempo es ilusorio. Eso sí, mientras nos percibimos viviendo en el tiempo, tendremos paciencia porque sabemos que nada puede impedir nuestro despertar (de hecho ya ha sucedido, pero aún nos negamos a verlo, por miedo). Si queremos reconocer esta verdad, entonces elegiremos perdonar. Pues perdonar es la manera de volver dulcemente a casa, poquito a poco, sin sustos.

No necesitamos ver de golpe (entero) todo el iceberg de la culpa y el miedo. Solo somos conscientes del trocito que sobresale del iceberg. Eso de lo que somos conscientes son los símbolos que vemos en el mundo, y la perdida de paz que sentimos en nuestro interior. Podemos corregir eso de lo que somos conscientes, aceptando la ayuda del Espíritu Santo (o de Jesús, etc) y confiando en Él. Perdonaremos un símbolo, y surgirá otro, y otro más, y otro y otro... Hasta que un día, habremos completado todas nuestras lecciones de perdón y nuestra experiencia será que estamos en casa: todavía percibiremos el cuerpo y el mundo, pero ya nada nos perturbará, porque ya nada podrá afectar a nuestra paz. Esa paz completa y constante es el sueño feliz (o mundo real), que en otras tradiciones se llama iluminación. Ese sueño feliz es totalmente dulce, y es el cómodo y amoroso puente que nos conduce a casa. Finalmente, algún día el iluminado sabe que ha completado su papel en el teatro del mundo, y deja el cuerpo suavemente a un lado, volviendo completamente a Dios, a la Unidad del Cielo, al puro Ser. Es entonces cuando, completamente, se vive eternamente que Dios ES, y nada más es. Y ese SER, es lo más maravilloso, infinitamente satisfactorio, totalmente pleno, tan perfecto que no se puede hablar con palabras de Eso. Solamente se puede vivirlo. Y para vivirlo, tenemos primero que despertar. Por lo tanto, primero tenemos que perdonar.

Estamos todos salvados y en paz en el Abrazo de Dios. Si aún no lo sabemos es porque hemos elegido jugar a dormirnos, pero el despertar es inevitable y podemos elegirlo ahora. Elegimos despertar cada vez que perdonamos. Podemos empezar a perdonar justo ahora, en este mismo momento. ¿Estoy en paz ahora mismo? Si estoy en paz, entonces es momento de celebrar y agradecer. Si no lo estoy, entonces es momento de perdonar. En cualquier caso, soy libre de elegir así el despertar.

¡Un abrazo!

Toni

(Fin del intercambio) 

Saludos

viernes, 5 de diciembre de 2014

L-200 Journey ... de Ken Wapnick

Como ya indiqué en el post índice, los comentarios de Ken Wapnick son los que he puesto en color verde:

Lección 200 — No hay más paz que la paz de Dios 

Esta es la última lección intensa de la Primera Parte del Libro de ejercicios, una maravillosa culminación de los temas anteriores. Centrándonos en el tema de buscar y encontrar, esta lección refleja la sección "No busques fuera de ti mismo" (T.29.VII), incluso en algunas de las frases. Jesús nos ayuda a reconocer que nunca tenemos realmente éxito cuando buscamos en el mundo la felicidad y el final del dolor. Cualquier placer o paz que parecemos conseguir es de corta duración, pues la auténtica felicidad proviene únicamente de recordar quiénes somos como hijos del amor. Pero si el cuerpo es una limitación al amor, y el mundo fue fabricado como un ataque al amor, es imposible encontrar aquí el amor que buscamos. Puesto que hemos estado buscando en el lugar equivocado y, como resultado, nunca hemos encontrado lo que queremos, vivimos en un constante estado de profunda desesperación. La verdadera esperanza, que ofrece Un Curso de Milagros, radica en regresar atrás hacia el problema y la solución —en nuestra mente. Si buscamos la solución donde ésta se halla, no hay duda de que la encontraremos. Este mensaje, entonces, es la carga de la lección. 

(1.1-2) Deja de buscar. No encontrarás otra paz que la paz de Dios. 

La paz no se puede encontrar aquí, pues el cuerpo y el mundo fueron hechos específicamente para ocultar el origen de la paz en la mente.

(1.3-5) Acepta este hecho y te evitarás la agonía de sufrir aún más amargos desengaños, o de verte invadido por una sombría desesperación y una gélida sensación de desesperanza y de duda. Deja de buscar. No puedes hallar otra cosa que la paz de Dios, a no ser que lo que busques sea infelicidad y dolor. 

El ego quiere que busquemos dolor en el mundo, lo encontremos, y entonces culpemos a los demás por nuestra miseria. No quiere que entendamos jamás que el origen de nuestro sufrimiento radica en que hemos elegido el sistema de pensamiento del ego en lugar del del Espíritu Santo. Para mantener oculta esta elección y garantizar que nunca cambiemos de parecer, el ego hizo un mundo para que fuese el origen del dolor, un mundo en el que empezamos naciendo y luego seguimos nuestro camino de vida hasta que un día morimos. Al final la miseria no es fallo [=culpa] nuestro —de nosotros que deseábamos lo que nunca podríamos encontrar— pues han sido los ídolos del especialismo los que nos han fallado: 

El mundo cree en ídolos. Nadie viene a él a menos que los haya venerado y trate todavía de buscar uno que aún le pueda ofrecer un regalo que la realidad no posee. Todo idólatra abriga la esperanza de que sus deidades especiales le han de dar más de lo que otras personas poseen. (...) Y cuando uno falla otro viene a ocupar su lugar, y tú esperas que te pueda conseguir más de otra cosa. (T.29.VIII.8.4-6, 10) (Pág. 700)

No se da cuenta de lo que está pidiendo, y, por lo tanto, lo busca de mil maneras y en mil lugares distintos creyendo en cada ocasión que está allí, pero siempre acaba desilusionado. "Busca, pero no halles" sigue siendo el decreto implacable de este mundo, y nadie que persiga los objetivos del mundo puede eludirlo. (M.13.5.6-8) (Pág. 39)

(2) Este es el punto final al que en última instancia todo el mundo tiene que llegar para dejar de lado toda esperanza de hallar felicidad allí donde no la hay; de ser salvado por lo que tan sólo puede causar dolor; y de hacer paz del caos, dicha del dolor y Cielo del infierno. No sigas tratando de ganar por medio de la pérdida ni de morir para vivir. Pues no estarás sino pidiendo la derrota. 

El punto final al que llegamos es el darnos cuenta de que hemos estado equivocados; aquí nunca encontraremos ni esperanza ni felicidad, ni a Dios ni a la verdad. De hecho, nunca encontraremos nada de valor, pues aquí ninguna cosa es significativa. Si, como dice Jesús, el propósito de Un Curso de Milagros es ahorrarnos tiempo, no necesitamos agotar todas las posibilidades de la relación especial, esperando que "esta vez funcionará". Nunca funcionará, así que para qué vamos a molestarnos ni tan siquiera en empezar a probarlas. En última instancia nos daremos cuenta de que Jesús estaba en lo cierto y que nosotros estábamos equivocados, pero mientras tanto nos estaremos causando un dolor y sufrimiento innecesario, al seguir buscando la felicidad y motivos para la esperanza en el especialismo del cuerpo. En algún momento tenemos que reconocer nuestro error de creer que la alegría y la libertad son dolor y aprisionamiento, y viceversa: 

El Espíritu Santo te dirigirá sólo a fin de evitarte dolor. Obviamente nadie se opondría a este objetivo si lo reconociese. Mas el problema no estriba en si lo que el Espíritu Santo dice es verdad o no, sino en si quieres escucharle o no. No puedes reconocer lo que es doloroso, de la misma manera en que tampoco sabes lo que es dichoso, y, de hecho, eres muy propenso a confundir ambas cosas. La función primordial del Espíritu Santo es enseñarte a distinguir entre una y otra. Lo que a ti te hace dichoso le causa dolor al ego, y mientras tengas dudas con respecto a lo que eres, seguirás confundiendo la dicha con el dolor. (T.7.X.3.1-6) (Pág. 148)

Hemos dicho que el Espíritu Santo te enseña la diferencia que existe entre el dolor y la dicha. Eso es lo mismo que decir que te enseña la diferencia que hay entre estar aprisionado y ser libre. No puedes hacer esta distinción sin Él porque te has enseñado a ti mismo que el aprisionamiento es libertad. ¿Cómo ibas a poder distinguir entre una cosa y otra cuando crees que ambas son lo mismo? ¿Cómo ibas a poder pedirle a la parte de tu mente que te enseñó a creer que son lo mismo que te enseñase de qué manera son diferentes? (T.8.II.5) (Pág. 156)

En las dos últimas frases del pasaje de arriba del Libro de ejercicios se hace referencia al principio del ego de "uno o el otro": yo gano al perder otra persona, yo vivo y otro muere; o yo muero para poder vivir más allá de la tumba. 

(3.1-2) No obstante, con la misma facilidad puedes pedir amor, felicidad y vida eterna en una paz que no tiene fin. Pide esto, y sólo puedes ganar.

Como frecuentemente nos asegura Jesús, él no rechaza nuestra búsqueda de amor, paz y felicidad, pero nos señala que nunca los encontraremos en el mundo. Sin embargo su Curso sí nos los ofrecen, por medio del aprendizaje: 

Decide en favor de Dios, y todo se te dará sin costo alguno. Decide contra Él, y escoges lo que no es nada, a costa de la conciencia de lo que es todo. (...) La Expiación es para ti. Tu aprendizaje la reivindica y tu aprendizaje la provee. El mundo no te la ofrece, pero aprende este curso y será tuya. (M.13.8.2-3, 7-10) (Pág. 40)

(3.3-4) Pedir lo que ya tienes te lleva al éxito. Pedir que lo que es falso sea verdadero sólo puede conducir al fracaso. 

Esto es obvio cuando miramos nuestras dementes vidas en las cuales tratamos de probar que Dios está equivocado y que nuestras ilusiones son ciertas: un mundo de odio, traición, soledad y desesperación. Sin embargo, puesto que la verdad ya está dentro de nosotros, nos colocamos en un incesante conflicto —desgarrados al dividir nuestra atención entre dos maestros que nos guían en direcciones opuestas. ¿Cómo podríamos aprender bien en una situación así? 

El plan de estudios de la Expiación es el opuesto al que tú elaboraste para ti, y lo mismo se puede decir de su resultado. Si el resultado de tu plan de estudios te ha hecho infeliz, y deseas otro diferente, obviamente es necesario que se efectúen cambios en el plan de estudios. El primer cambio que debe efectuarse es un cambio de dirección. Un plan de estudios que tenga sentido no debe ser inconsistente. Si lo planean dos maestros que creen en ideas diametralmente opuestas, no puede ser un plan integrado. Si esos dos maestros lo ponen en práctica simultáneamente, cada uno de ellos no hará sino ser un obstáculo para el otro. (...) 

Antes de que pueda efectuarse un auténtico cambio de dirección es necesario reconocer plenamente la total insensatez de semejante plan de estudios. No puedes aprender simultáneamente de dos maestros que están en completo desacuerdo con respecto a todo. Su plan de estudios conjunto constituye una tarea de aprendizaje imposible. Te están enseñando cosas completamente diferentes de forma completamente diferente, lo cual sería posible si no fuera porque las enseñanzas de ambos son acerca de ti. Ninguno de ellos puede alterar tu realidad, pero si los escuchas a los dos, tu mente estará dividida con respecto a lo que es tu realidad. (T.8.I.5.1-6; 6) (Pág. 154)

(3.5) Perdónate a ti mismo tus vanas imaginaciones y deja de buscar lo que no puedes encontrar. 

Así que miramos con Jesús a nuestra culpa, y le oímos decir: "Mira tus vanas imaginaciones, cuán equivocado has estado —pero mira sin hacer juicios. Hay otra manera de ver el mundo, no como un medio destinado a cumplir los sueños del ego, sino como un aula en la que aprendes sobre la realidad que hay más allá de los sueños —lo cual es tu propósito aquí": 

Para cambiar todo esto [sueños deprimentes, muerte y desengaño [n.T: =decepción]], y abrir un camino de esperanza y liberación en lo que aparenta ser un círculo interminable de desesperación, necesitas tan sólo aceptar que no sabes cuál es el propósito del mundo. Le adjudicas objetivos que no tiene, y de esta forma, decides cuál es su propósito. Procuras ver en él un lugar de ídolos que se encuentran fuera de ti, (...) [ellos] hacen lo que tú quieres, y tienen el poder que les adjudicas. Y los persigues fútilmente en el sueño porque deseas adueñarte de su poder. (T.29.VII.8.1-3, 5-6) (Pág. 697)

(3.6) Pues, ¿qué podría ser más absurdo que buscar el infierno una y otra vez cuando no tienes más que abrir los ojos y mirar para darte cuenta de que el Cielo se encuentra ante ti, allende el umbral de una puerta que se abre fácilmente para darte la bienvenida? 

Esa puerta se abrirá fácilmente para darnos la bienvenida cuando nosotros le demos la bienvenida a ella, lo cual logramos por medio de la visión de Cristo. Sin embargo no le damos la bienvenida, porque entonces nuestro especialismo desaparecería. Para reafirmar este punto clave, tenemos que ver que casi todo lo que hacemos oculta un pensamiento que dice: "Voy a demostrar que este Curso no funciona, y que Jesús no dice la verdad". Es imperativo que nos demos cuenta de cuán sutilmente ese pensamiento subyacente influye en nuestras experiencias diarias.

(4) Regresa a casa. Jamás encontraste felicidad en lugares extraños, ni en formas que te son ajenas y que no tienen ningún significado para ti, si bien trataste de que lo tuvieran. No te corresponde estar en este mundo. Aquí eres un extraño. Pero te es dado encontrar los medios a través de los cuales el mundo deja de parecer una prisión o una cárcel para nadie. 

Entre otras cosas, esto hace referencia concretamente a la lección 160, "Yo estoy en mi hogar. El miedo es el que es un extraño aquí", y a la lección 182, "Permaneceré muy quedo por un instante e iré a mi hogar". Jesús no podría ser más explícito: el cuerpo no es nuestro hogar, ni somos de aquí [no pertenecemos a este mundo]. Recordemos esta descripción de nuestra casa terrenal, y consideremos si el cuerpo es donde realmente queremos permanecer —prisioneros de la culpa y del pesar: 

El mundo que ves es el sistema ilusorio de aquellos a quienes la culpabilidad ha enloquecido. Contempla detenidamente este mundo y te darás cuenta de que así es. Pues este mundo es el símbolo del castigo, y todas las leyes que parecen regirlo son las leyes de la muerte. Los niños vienen al mundo con dolor y a través del dolor. Su crecimiento va acompañado de sufrimiento y muy pronto aprenden lo que son las penas, la separación y la muerte. Sus mentes parecen estar atrapadas en sus cerebros, y sus fuerzas parecen decaer cuando sus cuerpos se lastiman. Parecen amar, sin embargo, abandonan y son abandonados. Parecen perder aquello que aman, la cual es quizá la más descabellada de todas las creencias. Y sus cuerpos se marchitan, exhalan el último suspiro, se les da sepultura y dejan de existir. (T.13.introd.2.2-10) (Pág. 261)

(5.1-2) Se te concede la libertad allí donde no veías más que cadenas y puertas de hierro. Mas si quieres hallar escapatoria tienes que cambiar de parecer con respecto al propósito del mundo. 

Esta es otra diáfana declaración, que refleja esta del Texto: "No trates de cambiar el mundo, sino elige más bien cambiar de mentalidad acerca de él" (T.21.introd.1.7). El propósito del mundo, mantenido oculto por el ego, es mantenernos sin mente. El ego nos dice, en cambio, que el propósito del mundo es maximizar nuestro placer, minimizar nuestro dolor, y culpar a los demás de lo que va mal debido a que no aceptamos ninguna responsabilidad por el mundo y sus vicisitudes. Sin embargo, al haber elegido un nuevo Maestro, vemos que el propósito del mundo es ser un aula en la que aprendemos las lecciones del Espíritu Santo: 

El ego construyó el mundo tal como lo percibe, pero el Espíritu Santo —el reintérprete de lo que el ego construyó— ve el mundo como un recurso de enseñanza para llevarte a tu hogar. (...) Haz todas las correcciones que tengas que hacer, procura aprender y mantén una actitud receptiva con respecto al aprendizaje. Tú no creaste la verdad, pero la verdad puede todavía hacerte libre. Contempla todo tal como el Espíritu Santo lo contempla, y entiende todo tal como Él lo entiende. (T.5.III.11.1, 4-6) (Pág. 88)

(5.3-5) Permanecerás encadenado hasta que veas el mundo como un lugar bendito, liberes de tus errores a cada hermano y lo honres tal como es. Tú no lo creaste, así como tampoco te creaste a ti mismo. Y al liberar a uno, el otro es aceptado tal como es. 

En el nivel del ego nosotros hicimos a nuestros hermanos y a nosotros mismos. Sin embargo, todo eso que hicimos fueron las ilusorias "sombras del pasado" (T.17.III). Nuestro Ser real no tiene nada que ver con lo irreal, así que no necesitamos hacer nada excepto cambiar de mentalidad y mirar por medio de la visión de Cristo. Todo el mundo queda liberado de nuestros errores porque somos uno —no puede haber excepciones. Así que Jesús nos conduce a bendecir a todos en nuestra relación santa, la cual ejemplifica su amor: 

Santo hermano mío, quiero formar parte de todas tus relaciones, e interponerme entre tus fantasías y tú. Permite que mi relación contigo sea algo real para ti, y déjame infundirle realidad a la percepción que tienes de tus hermanos. (...) No te separes de mí ni dejes que el santo propósito de la Expiación se pierda de vista en sueños de venganza. Las relaciones en las que tales sueños se tienen en gran estima me excluyen a mí. En el Nombre de Dios, déjame entrar a formar parte de ellas y brindarte paz para que tú a tu vez puedas ofrecerme paz a mí. (T.17.III.10.1-2, 6-8) (Pág. 397)

(6.1-4) ¿Qué función tiene el perdón? En realidad no tiene ninguna, ni hace nada, pues es desconocido en el Cielo. Es sólo en el infierno donde se le necesita y donde tiene una formidable función que desempeñar. 

Al comienzo de la Segunda parte [de este Libro de ejercicios] leeremos del perdón: [El perdón] "es tranquilo y sosegado, y no hace nada. (...) Simplemente observa, espera y no juzga" (L.PII.Preg1.4.1,3) [Pág. 434]. No hay nada que hacer, porque no existe un mundo en el cual actuar. El perdón simplemente deshace la creencia en tal mundo ilusorio, y por lo tanto no tiene lugar en la verdad del Cielo, que no necesita corrección. 

(6.5-6) ¿No es acaso un propósito loable ayudar al bienamado Hijo de Dios a escapar de los sueños de maldad, que aunque son sólo fabricaciones suyas, él cree que son reales? ¿Quién podría aspirar a más, mientras parezca que hay que elegir entre el éxito y el fracaso, entre el amor y el miedo? 

La elección entre el éxito y el fracaso, o entre el amor y el miedo, es una elección ilusoria. Sin embargo, dentro del sueño del mundo es la única elección disponible para mí. Mientras piense que puedo elegir una o la otra opción, ambas se volverán reales, lo cual significa que el amor ha dejado de ser él mismo y se ha convertido en amor especial. La verdadera elección —entre la verdad y la ilusión— se produce cuando me doy cuenta de que el mundo no ofrece ninguna [que el mundo no ofrece nada y por lo tanto no constituye ninguna verdadera opción]. Una vez que me doy cuenta de que he estado eligiendo entre dos ilusiones, ambas desaparecen. Incluso el perdón que finalmente elijo es una ilusión también, pero una que nos lleva más allá de todas ellas, mientras pasamos de las pesadillas a los sueños felices, para finalmente despertar en la realidad que nunca perdimos: 

Primero soñarás con la paz, y luego despertarás a ella. Tu primer intercambio de lo que has hecho por lo que realmente deseas es el intercambio de las pesadillas por los sueños felices de amor. En ellos se encuentran tus verdaderas percepciones, pues el Espíritu Santo corrige el mundo de los sueños, en el que reside toda percepción. El conocimiento no necesita corrección. Con todo, los sueños de amor conducen al conocimiento. En ellos no ves nada temible, y por esa razón constituyen la bienvenida que le ofreces al conocimiento. El amor espera la bienvenida, pero no en el tiempo, y el mundo real no es sino tu bienvenida a lo que siempre fue. Por lo tanto, la llamada al júbilo se encuentra en él, y tu gozosa respuesta es tu despertar a lo que nunca perdiste. (T.13.VII.9) (Pág. 283)

Tal como Jesús aconseja en la frase 5 [la frase 5 del actual párrafo de la lección: L.200.6.5], pregúntate a ti mismo a lo largo del día: "¿Acaso no es para mí un propósito loable ver este día como uno que podría hacerme feliz? ¿Acaso no soy digno de recibir este regalo?". Mira hasta qué punto tu día concuerda con la negativa que dice: "No, no soy digno de despertar del perverso sueño del mundo, lleno de miedo y pesar". Recordemos la última estrofa del poema de Helen titulado "El sueño tranquilo", la cual expresa bellamente nuestro sí a la paz repleta de los frutos del perdón de Jesús:

¿Qué maldad puede permanecer en el mundo
que es mirado mediante la visión de Cristo? ¿Y qué podría aún haber 
que pudiera parecerme terrorífico, con la luz 
de Su perfección dirigida sobre él? ¿Qué cosa podría enseñarme 
que el pesar tiene una causa, o que la muerte es real? 
Ayúdame a perdonar al mundo. La paz que Tú das
me será dada en mi perdón. 
(The Gifts of God [Los Regalos de Dios], p. 65) 

(7.1) No hay más paz que la paz de Dios porque Él sólo tiene un Hijo, que no puede construir un mundo en oposición a la Voluntad de su Padre o a la suya propia, la cual es la misma que la de Él. 

En este mundo no hay paz porque no hay mundo [=no existe el mundo]. Solo pensábamos que existía. La presencia del Espíritu Santo en nuestras mentes nos asegura que nuestras más descabelladas pesadillas y nuestros más viciosos pensamientos no han tenido ningún efecto sobre la paz del Cielo, la cual sigue estando mucho más allá del alcance de nuestras ilusiones: 

Tú, cuya mente está ensombrecida por las dudas y la culpabilidad, recuerda esto: Dios te dio el Espíritu Santo a Quien le encomendó la misión de eliminar toda duda y todo vestigio de culpabilidad que Su amado Hijo jamás se hubiese echado encima. Su misión no puede fracasar, pues nada puede impedir el logro de lo que Dios ha dispuesto que se logre. La Voluntad de Dios se hace sean cuales fueren tus reacciones a la Voz del Espíritu Santo, sea cual fuere la voz que elijas escuchar y sean cuales fueren los extraños pensamientos que te asalten. Encontrarás la paz en la que Dios te ha establecido porque Él no cambia de parecer. (...) Gozarás de paz porque Su paz fluye todavía hacia ti desde Aquel Cuya Voluntad es la paz. Dispones de ella en este mismo instante. (...) Date cuenta de que incluso la más tenebrosa pesadilla que perturba la mente del Hijo durmiente de Dios no tiene poder alguno sobre él. (...) ¿Cómo iba a poder el Hijo de Dios perderse en sueños, cuando Dios ha puesto dentro de él la jubilosa llamada a despertar y a ser feliz? (T.13.XI.5.1-5; 8.4-5; 9.5; 10.1) (Págs. 296 y 297)

(7.2-6) ¿Qué podría esperar encontrar en semejante mundo? Éste no puede ser real, ya que nunca fue creado. ¿Es acaso ahí adonde iría en busca de paz? ¿O bien tiene que darse cuenta de que tal como él ve el mundo, éste sólo puede engañar? Puede aprender, no obstante, a verlo de otra manera y encontrar la paz de Dios. 

Al pedir la ayuda de Jesús, nos fijamos en los detalles concretos de nuestras relaciones especiales y nos damos cuenta de que no funcionan. Ellas nos engañan porque nunca nos proporcionarán lo que queremos: el regreso a casa. Nadie quiere realmente estar en este lugar de miseria, dolor y muerte. Sin embargo, tenemos que ver cuánto apreciamos la ilusión de que aquí hay motivos para la esperanza. En el contexto del pago en la psicoterapia, ahí Jesús refleja la condición que pone el ego a la búsqueda en el mundo: buscar pero nunca encontrar la salvación que verdaderamente buscamos [n.t.: o sea, que la condición que pone el ego para buscar, es no encontrar lo verdaderamente valioso; esto nos recuerda el lema del ego: "Busca, pero no halles" (T.12.V.7.1)]

¿Qué se gana con ir en pos de ilusiones? ¿Cuánto se pierde al repudiar a Dios? ¿Y sería acaso esto posible? Es sin duda poco práctico afanarse por lo que no es nada, e intentar hacer lo que es imposible. Detente entonces un momento, lo suficiente para pensar en esto: tal vez has estado buscando la salvación pero sin saber dónde has de mirar. (P.3.III.7.3-7) (Pág. 48)

(8.1) La paz es el puente que todos habrán de cruzar para dejar atrás este mundo. 

En el Texto, Jesús se refiere al puente que conduce al mundo real (T.16.VI) y a cómo el Espíritu Santo es nuestro Puente hacia el Cielo (T.16.IV.12.2). La paz, entonces, es el efecto inevitable de aprender a perdonar, y de tomar la mano de Jesús y caminar con él hacia nuestro Dios: 

El Espíritu Santo es el puente que conduce hasta Él, el cual fue construido mediante tu voluntad de unirte a Él (...) Démosle ahora juntos la espalda a todas las ilusiones sin vacilación alguna, y no permitas que nada obstruya el camino que conduce a la verdad. Juntos emprenderemos el último viaje inútil lejos de la verdad, y de ahí iremos juntos directamente a Dios, en gozosa respuesta a Su petición de que se le complete. (T.16.IV.12.2, 5-6) (Pág. 377)

(8.2) Pero se empieza a tener paz en él cuando se le percibe de otra manera, y esta nueva percepción nos conduce hasta las puertas del Cielo y lo que yace tras ellas. 

La totalidad del viaje está resumido en esta frase. Comienzo en mi mundo perceptual compuesto por diferencias, el hogar del especialismo. Entonces me doy cuenta de que la paz no proviene de conseguir lo que quiero de ti, sino al darme cuenta de que lo que quiero está ya dentro de mí. Sólo tengo que elegirlo. Me doy cuenta de que tú y yo somos lo mismo, y esta nueva percepción, nacida del milagro, me conduce a las puertas del Cielo —el mundo real— y me encuentro en casa: 

Los milagros que llevas a cabo en la tierra son elevados hasta el Cielo y hasta Él. Dan testimonio de lo que no sabes, y cuando llegan a las puertas del Cielo, Dios las abre, pues Él nunca dejaría afuera y excluido de Sí Mismo a Su Hijo bienamado. (T.13.VIII.10.5-7) (Pág. 288)

(8.3-4) La paz es la respuesta a las metas conflictivas, a las jornadas insensatas, a las búsquedas vanas y frenéticas y a los empeños sin sentido. Ahora el camino es fácil, y nos conduce por una ligera pendiente hasta el puente donde la libertad yace dentro de la paz de Dios. 

Esta paz es desconocida en el Cielo, y sin embargo proviene de nuestro perdón aquí, que nos capacita para recordar Quién somos como el Hijo de Dios. Esta paz es una corrección de la mentalidad recta, que se hace necesaria por haber elegido previamente a la mentalidad errada. Esta paz proviene de la decisión de perdonar en lugar de condenar: 

¿Cuán dispuesto estás a perdonar a tu hermano? ¿Hasta qué punto deseas la paz en lugar de los conflictos interminables, el sufrimiento y el dolor? Estas preguntas son en realidad la misma pregunta, aunque formuladas de manera diferente. En el perdón reside tu paz, pues en él radica el fin de la separación y del sueño de peligro y destrucción, de pecado y muerte, de locura y asesinato, así como de aflicción y pérdida. (T.29.VI.1.1-4) (Pág. 694)

(9.1-3) No volvamos a perder el rumbo hoy. Nos dirigimos al Cielo, y el camino es recto. Sólo si procuramos desviarnos podemos retrasarnos y perder el tiempo innecesariamente por escabrosas veredas. 

Podemos retrasar esto tanto como lo deseemos, pero el resultado final sigue siendo seguro. Sin embargo, ¿por qué querríamos seguir viajando a través de dolorosos y espinosos desvíos, cuando podríamos experimentar el gozo de unirnos con Jesús y con todos nuestros hermanos en los prados del Cielo? 

¡Alegrémonos de poder caminar por el mundo y de tener tantas oportunidades de percibir nuevas situaciones donde el regalo de Dios se puede reconocer otra vez como nuestro! Y de esta manera, todo vestigio del infierno, así como los pecados secretos y odios ocultos, desaparecerán. Y toda la hermosura que ocultaban aparecerá ante nuestros ojos cual prados celestiales, que nos elevarán más allá de los tortuosos senderos por los que viajábamos antes de que apareciese el Cristo. Oídme, hermanos míos, oídme y uníos a mí. Dios ha decretado que yo no pueda llamaros en vano, y en Su certeza, yo descanso en paz. (T.31.VIII.9.1-5) (Pág. 753)

(9.4-7) Sólo Dios es seguro, y Él guiará nuestros pasos. Él no abandonará a Su Hijo necesitado, ni permitirá que se extravíe para siempre de su hogar. El Padre llama; el Hijo le oirá. Y eso es todo lo que hay con respecto a lo que parece ser un mundo separado de Dios, en el que los cuerpos son reales. 

En este mundo no se puede encontrar ninguna certeza; su único propósito es ser un aula en la que aprendemos a reconocer, y luego responder, la Llamada del Espíritu Santo en nuestras mentes. Dentro de esa garantía el mundo desaparece en la quietud de Dios: 

Síguele luego lleno de júbilo, confiando en que Él te conducirá a salvo a través de todos los peligros que este mundo pueda presentar ante ti para alterar tu paz mental. No te postres ante los altares del sacrificio, ni busques lo que sin duda perderías. Conténtate con lo que, sin duda también, has de conservar, y no pierdas la calma, pues el viaje que estás emprendiendo hacia la paz de Dios, en cuya quietud Él quiere que estés, es un viaje sereno. (T.13.VII.15) (Pág. 284)

(10.1-4) Ahora reina el silencio. Deja de buscar. Has llegado a donde el camino está alfombrado con las hojas de los falsos deseos que antes anhelabas, caídas ahora de los árboles de la desesperanza. Ahora se encuentran bajo tus pies. 

El camino que pisábamos es el camino del mundo, marcado por la desesperanza y la desesperación. Ahora nos damos cuenta de que hay otra manera de mirar. Las hojas caídas de los falsos deseos están detrás de nosotros, y reconocemos el camino que nos conducirá más allá de ellas a nuestra casa. Esto requiere nuestro reconocimiento inequívoco de que ninguna cosa de este mundo ha funcionado jamás. Sin embargo, debemos ser conscientes de cuán tenazmente nos resistimos a dar este paso, porque todavía seguimos creyendo que alguna cosa de este mundo nos traerá la felicidad. Es necesario que veamos cuán dispuestos estamos a cambiar todo por nada, con tal de no tener que cambiar nuestras mentes. Recordemos el poema de Helen titulado "Conversión", que contrasta el silencio del ego con el de Dios. Aquí tenemos las dos primeras estrofas, reflejando cada tipo de silencio: 

Hay un silencio que traiciona al Cristo
porque la Palabra de Dios sigue sin ser escuchada
por aquellos que viven en amarga necesidad. La Palabra salvación 
sigue todavía muda para ellos, y se mantienen lejos
de su resurrección de un mundo
que no es sino un lugar extraño para el Hijo de Dios. 
Ellos vagan sin hogar, sin encontrar paz en ninguna parte, 
desconocidos, ignorantes, ciegos en la oscuridad
e innacidos en el silencio de la tumba.

Hay un silencio en el que la Palabra de Dios
ha rociado un ancestral significado, y está todavía. 
No queda nada sin decir ni sin recibir. 
Sueños extraños son lavados en el agua dorada
del silencio ardiente de la paz de Dios, 
y lo que era malo se convierte repentinamente
en el regalo de Cristo a aquellos que le llaman. 
Su regalo final no es más que un sueño,
pero en ese único sueño es donde el soñar se acaba. 

(The Gifts of God, p. 61)

(10.5-6) Y tú levantas la mirada y miras al Cielo con los ojos del cuerpo, que ahora te sirven sólo por un instante más. Por fin la paz ha sido reconocida, y tú puedes sentir cómo su tierno abrazo envuelve tu corazón y tu mente con consuelo y amor. 

Cuando cambiamos de mentalidad acerca del propósito del mundo, todo cambia. En lugar de que el mundo sea una prisión, se convierte en el medio a través del cual salimos por completo de la prisión. Eso es el consolador, amoroso y tierno abrazo de la paz que ahora comenzamos a sentir. El mundo no cambia: nosotros cambiamos. En lugar de esforzarnos constantemente por las "hojas de los falsos deseos" del mundo, nos elevamos sobre ellas y dirigimos nuestra mirada únicamente hacia el Cielo. 

(11.1-3) Hoy no buscamos ídolos. La paz no se puede encontrar en ellos. La paz de Dios es nuestra, y no habremos de aceptar o querer nada más. 

Esto no suele resultar fácil. Recordemos que la lección 185, "Deseo la paz de Dios", comienza con las palabras: "Decir estas palabras no es nada. Pero decirlas de corazón lo es todo". Por lo tanto, tenemos que soltar la paz que buscamos aquí, entendiendo que seguir buscando la paz en los ídolos es una estrategia que nunca funcionará: 

Todos los ídolos de este mundo fueron concebidos para impedirte conocer la verdad que se encuentra en tu interior y para que le fueses leal al sueño de que para ser íntegro y feliz tienes que encontrar lo que se encuentra fuera de ti mismo. Es inútil rendirle culto a los ídolos y esperar hallar paz. Dios mora en tu interior, y tu plenitud reside en Él. (...) Para ... abrir un camino de esperanza y liberación en lo que aparenta ser un círculo interminable de desesperación, necesitas tan sólo aceptar que no sabes cuál es el propósito del mundo. (...) Procuras ver en él un lugar de ídolos que se encuentran fuera de ti (...). [H]az que el final de los ídolos venga cuanto antes a un mundo entristecido y enfermo como consecuencia de los ídolos que se ven en él. Tu santa mente es el altar a Dios, y donde Él está no puede haber ídolos. (T.29.VII.6.1-3; 8.1, 3; 9.4-5) (Págs. 696 y 697)

(11.4-5) ¡Que la paz sea con nosotros hoy! Pues hemos encontrado una manera sencilla y grata de abandonar el mundo de la ambigüedad, y de reemplazar nuestros objetivos cambiantes por un solo propósito, y nuestros sueños solitarios por compañerismo. 

Lo que unifica nuestras experiencias mundanas es el propósito no-dividido procedente del maestro no-dividido que hay en nuestra mente. Considera todo lo que sucede durante tu día como una parte de tu guión para esclavizarte a ti y a todos los demás, pero que ahora ese guión se convierte en una feliz aula que Jesús usa para enseñarte a despertar del sueño. Sin embargo, nota cúan rápidamente olvidas esto. Cierras el libro y te olvidas de todo lo que acabas de leer. Por lo tanto, únete a Jesús en observar esta reacción egoica, y escucha su explicación del miedo a darte cuenta de que estabas equivocado, lo cual significa que tu identidad se había extraviado —no estás separado y solo, sino que eres uno con la Filiación, el Espíritu Santo y Dios.

(11.6) Pues la paz es unión, si procede de Dios. 

La Unidad de Cristo dentro de Sí Mismo, así como Su Unidad con Dios, se reflejan aquí en el propósito único del perdón que compartimos con todos. La paz no puede sino seguir a esto. 

(11.7-9) Hemos abandonado toda búsqueda. Nos encontramos muy cerca de nuestro hogar, y nos acercamos aún más a él cada vez que decimos: 


No hay más paz que la paz de Dios, 
y estoy contento y agradecido de que así sea. 

La clave es estar contentos y agradecidos de que este mundo nunca nos dará lo que deseamos. Nuestros egos no sienten agradecimiento de que esto sea así, pues el ego no quiere que nos demos cuenta de que el mundo no satisface nuestras necesidades. La verdadera gratitud, sin embargo, viene cuando nos damos cuenta: "Gracias a Dios que yo estaba equivocado, pues ahora me encuentro en la paz que siempre anhelé. Ella no se puede encontrar aquí [en las cosas de este mundo], pero sé con gratitud que se encuentra en mi mente, junto con Jesús y mis hermanos". Y entonces, en el bendito silencio de la paz de Dios, nuestras palabras son tranquilas, pues el corazón que compartimos canta su silenciosa canción de gratitud, como en el poema de Helen titulado "La paz de Dios": 

Silencio y nada más. No hay sonido
ni nada para que sea visto. No hay dedos que todavía
toquen el mundo. Todas las oraciones han sido olvidadas, 
pues ahora no hay nada que se pueda pedir. 

La Voz que habla por Dios ya no habla más. 
No ha quedado necesidad alguna. Hubo una vez un tiempo, 
ahora olvidado, en el que había un mundo. 
La Palabra ha sido pronunciada, y el mundo se ha terminado. 

(The Gifts of God, p. 94)

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Fuente: Journey Through the Workbook of a Course in Miracles, de Ken Wapnick.

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