lunes, 7 de agosto de 2017

Refranes populares a la luz de UCDM (XXVIII)

Sobre gustos no hay nada escrito.

Para gustos, los colores.

Cada uno tiene sus preferencias. En este mundo las opiniones y pareceres cambian constantemente e incluso lo que hoy nos atrae puede que mañana ya no nos agrade. Tomando nota de esto, no nos apeguemos a nada, ni siquiera a nuestras opiniones. Y seamos comprensivos con los gustos de los demás. Los gustos varían en la forma, pero todos buscamos lo mismo a nivel del profundo contenido de nuestra mente: la auténtica felicidad. Busquemos la nuestra y dejemos libertad a los demás para que busquen la suya, cada uno de la manera que le resuene. Cuando descubramos la felicidad, sabremos que la misma felicidad está a disposición de todos y estaremos gustosos de compartirla con quienes estén dispuestos.

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Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería.

Los ciegos somos todos nosotros, dormidos en el sueño de separación y de la dualidad. Y, en efecto, soñamos lo que queremos ver. Percibimos lo que deseamos. Como enseña el Curso:

Todo lo que percibes da testimonio del sistema de pensamiento que quieres que sea verdadero. (T.11.V.18.3)

Los sueños son desahogos emocionales en el nivel de la percepción en los que literalmente profieres a gritos: "¡Quiero que las cosas sean así!". (T.18.II.4.1)

Pues del mismo modo en que los sueños que tienes cuando estás dormido y los que tienes cuando estás despierto son una representación de los deseos que albergas en tu mente, así también el mundo real y la verdad del Cielo están unidos en la Voluntad de Dios. (T.18.II.9.5)

Tal como el hombre piense, así percibirá. (T.21.introd.1.6)

Tú eliges los sueños que tienes, pues son la representación de tus deseos, aunque se perciben como si viniesen de afuera. (T.29.VII.8.4)

Si algo te puede herir, lo que estás viendo es una representación de tus deseos secretos. (T.31.V.15.8)

Los vanos deseos y los resentimientos son socios o co-fabricantes del mundo tal como lo ves. Los deseos del ego dieron lugar al mundo, y la necesidad del ego de abrigar resentimientos —los cuales son indispensables para sustentar este mundo— lo pueblan de figuras que parecen atacarte y hacer que tus juicios estén "justificados". (L.73.2.1-2)

Jamás ocurre nada que no sea una representación de tus deseos, ni se te niega nada de lo que eliges. (L.152.1.5)

El Curso enseña que vemos lo que creemos; y creemos lo que queremos que sea verdad:

Es imposible no creer en lo que ves, pero es igualmente imposible ver lo que no crees. La percepción se construye sobre la base de la experiencia, y la experiencia conduce a las creencias. La percepción no se estabiliza hasta que las creencias se cimientan. De hecho, pues, lo que ves es lo que crees. Eso es lo que quise decir con: "Dichosos los que sin ver creyeron", pues aquellos que creen en la resurrección la verán. (T.11.VI.1.1-5)

Y puesto que lo que crees determina tu percepción, no percibes el significado del curso y, consecuentemente, no lo aceptas. (T.11.VI.3.3)

Alegrémonos de que ves aquello que crees, y de que se te haya concedido poder cambiar tus creencias. (T.31.III.6.1)

O bien ves la carne o bien reconoces el espíritu. En esto no hay términos medios. Si uno de ellos es real, el otro no puede sino ser falso, pues lo que es real niega a su opuesto. La visión no ofrece otra opción que ésta. Lo que decides al respecto determina todo lo que ves y crees real, así como todo lo que consideras que es verdad. De esta elección depende todo tu mundo, pues mediante ella estableces en tu propio sistema de creencias lo que eres: carne o espíritu. (T.31.VI.1.1-6)

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Soplar y sorber, no puede ser.

Es decir, no podemos hacer simultáneamente una cosa y su contraria: no podemos perdonar y condenar a la vez. Eso sería como ya vimos en otro refrán: "Encender una vela a Dios y otra al diablo" (Capítulo XIV), y como dice una cita que mencionamos allí, es imposible servir simultáneamente a dos señores (el ego y el Espíritu Santo), o montar dos caballos a la vez (el del ego y el del Espíritu Santo), o tensar a la vez dos arcos (el del ego y el del Espíritu Santo). Pues el ego y el Espíritu Santo son opuestos en todo, por lo que no podemos unirnos a ellos simultáneamente.

Otros refranes con matices semejantes al anterior son los dos siguientes:

No se puede nadar y guardar la ropa.

No puedes comerte tu pastel y además seguir teniéndolo. 

Esto de comerse el "pastel" y seguir teniéndolo solo es posible en el Cielo/Unidad, con el "pastel" del Ser, que podemos disfrutarlo ilimitadamente sin que por ello merme ni desaparezca.

También en el sueño podemos tener un reflejo de eso, si practicamos el perdón, pues eso nos permite disfrutar de nuestras preferencias (el "pastel") de manera desapegada, resultando que las disfrutamos incluso más, pero sin obsesionarnos con ellas ni atribuirles realidad. Es el único modo eficaz aquí para poder "nadar y guardar la ropa", o "comernos el pastel y seguir teniéndolo", al mismo tiempo que nuestra verdadera meta es despertar en el Cielo de nuestro verdadero Ser. Todos los demás intentos (lo que no viene desde la mentalidad recta del perdón) vienen del ego y sus resultados están limitados: pasteles que no se pueden comer y conservar a la vez; ropa que no se puede guardar mientras uno va a nadar.

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Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe.

Seguir el camino del ego siempre acaba en tragedia. A veces la tragedia surge bien pronto. Otras veces el ego disfraza sus venenos dándoles la forma de una vida aparentemente satisfactoria, pero tarde o temprano, quien sigue su camino, acaba descubriendo la amarga tragedia: el cántaro acaba rompiéndose. El cántaro es nuestro cuerpo, nuestro corazón (vida amorosa, o nuestra vida de tranquilidad), o nuestra vida en general. El cántaro acaba rompiéndose de un modo u otro. El cuerpo se deteriora (y finalmente muere), las relaciones empeoran o incluso se acaban, el dinero puede disminuir, así como la salud, etc.

Los caminos que construiste ((con el ego)) no te llevaron a ninguna parte, y ninguna de las ciudades que fundaste ha resistido el asalto demoledor del tiempo. (T.13.VII.3.3)

Todos sus caminos ((del ego; del mundo)) no hacen sino conducir a la desilusión, a la nada y a la muerte. (...) No te dejes engañar por los diferentes nombres que se les han dado a sus caminos. Todos tienen la misma finalidad. Y cada uno de ellos es tan sólo un medio para alcanzar esa finalidad, pues es ahí adonde todos ellos conducen, por muy diferentes que parezcan ser sus orígenes y por muy diferentes que parezcan ser sus trayectorias. Su final es inescapable, pues no hay elección posible entre ellos. Todos te conducen a la muerte. Recorrerás algunos de ellos felizmente por algún tiempo, antes de que comience la amargura. Mas por otros, las espinas se dejarán sentir de inmediato. La elección no es cuál ha de ser el final, sino cuándo va a llegar. (T.31.IV.2.3,7-14)

Afortunadamente, además de las opciones falsas que nos ofrece el ego, existe una alternativa, la opción verdadera que sí podemos elegir para salir del sufrimiento. Pues los caminos del ego (los caminos del mundo) no nos llevan a ninguna parte:

La verdadera elección no es algo ilusorio. Mas el mundo no te la puede ofrecer. (T.31.IV.2.1-2)

La verdadera elección, la que finalmente nos brinda paz y plenitud, es elegir el camino que nos ofrece el Espíritu Santo, un camino de perdón, unión y despertar. Elijamos entonces el camino de la inocencia en vez del camino de la culpabilidad. Por cierto, es útil releer la sección de donde he sacado estas dos últimas citas, titulada "La verdadera alternativa" (T.31.IV).

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Todo llega a su tiempo.

Cada cosa a su tiempo.

Es una invitación a la paciencia; a no obsesionarnos con los resultados, sino seguir tranquilamente con nuestra práctica del perdón. Con esta actitud llega la paz. Y en el momento oportuno, ocurrirá el completo despertar.

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El amor todo lo puede.

En el capítulo XI ya vimos una variante de este refrán. Aquí digamos simplemente que a nivel del mundo, la forma que frecuentemente adopta el amor es la del perdón, que nos ayuda a despertar. En este sentido podemos parafrasear el refrán así. El perdón todo lo puede.

Mas la única oración que tiene sentido es la del perdón porque los que han sido perdonados lo tienen todo. (T.3.V.6.3)

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Todo tiene haz y envés.

Todas las cosas de este mundo tienen su opuesto. Aquí todo tiene ventajas y desventajas, pros y contras. Y cualquier tema puede ser mirado de maneras diferentes; toda moneda tiene dos caras. Por lo tanto, no nos impacientemos cuando los demás opinen de manera diferente a nosotros. En este mundo las opiniones diferentes son algo normal.

En este mundo, todo lo que hacemos para defender nuestros intereses se convierte en una defensa de doble filo (con pros y contras; con su lado amargo). La única defensa sin desventajas es el perdón o Expiación:

La Expiación, pues, resulta ser la única defensa que no es una espada de dos filos. Tan sólo puede sanar. (...) La Expiación es la única defensa que no puede usarse destructivamente porque no es un recurso que tú mismo hayas inventado. (T.2.II.4.8-9,1)

Lo que nosotros hemos inventado junto al ego es el mundo de los opuestos, donde todo tiene doble filo. Pero el perdón/Expiación no lo hemos inventado nosotros, no proviene del ego; proviene del recuerdo de la verdad en nuestra mente: el Espíritu Santo.

Decir que todo tiene haz y envés (dos filos; pros y contras) excepto el perdón, significa también que en este mundo no hay nada confiable excepto el perdón.

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Todo tiene remedio menos la muerte.

La muerte es lo único seguro en este mundo.

La muerte no existe, es un sueño; pero los durmientes hemos elegido al ego y nos parece que la muerte es la única verdad segura. Cuando dejemos de elegir al ego, descubriremos que la Vida no tiene comienzo ni final.

El primero de estos refranes tiene un lado útil; se utiliza para dar esperanza a quien está pasando por circunstancias adversas, recordándole que siempre se puede salir de cualquier problema (excepto de la muerte, añade el ego). En este sentido, significa lo mismo que otro refrán que ya vimos: "Mientras hay vida hay esperanza" (capítulo XVII). Y entonces, para quien sabe mirar, siempre hay esperanza, porque en realidad la vida nunca se acaba, ni siquiera en la ilusión (pues se complementa con otras ilusiones: la de la "vida después de la vida", la de la reencarnación, etc).

El segundo de estos refranes tiene también alguna utilidad, si se utiliza no para deprimirnos sino para recordar que los caminos que ofrece el ego no conducen a nada bueno, pero que hay una alternativa: la vida, que en realidad es lo único real. La muerte es irreal. 

Pero el ego cree que la muerte es real. Y el Curso enseña lo contrario: la muerte parece lo único seguro en este mundo porque es la finalidad del ego, pero en realidad la muerte y el ego no existen, pues nuestra verdadera Vida es inmortal:

La muerte es el sueño central de donde emanan todas las ilusiones. ¿No es acaso una locura pensar que la vida no es otra cosa que nacer, envejecer, perder vitalidad y finalmente morir? (...) La creencia fija e inalterable del mundo es que todas las cosas nacen para morir. Se considera que así es como "opera la naturaleza", y ello no se debe poner en tela de juicio, sino que debe aceptarse como la ley "natural" de la vida. Lo cíclico, lo cambiante y lo incierto; lo inestable y lo inconstante; lo que de alguna manera crece y mengua siguiendo una trayectoria determinada, es lo que se considera la Voluntad de Dios. Y nadie se pregunta si un Creador benigno hubiese podido disponer algo así. (M.27.1.1-2,4-7)

La "realidad" de la muerte está firmemente arraigada en la creencia de que el Hijo de Dios es un cuerpo. Y si Dios hubiese creado cuerpos, la muerte sería ciertamente real. Pero en ese caso Dios no sería amoroso. (M.27.5.1-3)

"El último obstáculo superado será la muerte". ¡Por supuesto que sí! Sin la idea de la muerte no habría mundo. Todos los sueños acabarán con éste. (M.27.6.1-4)

Dios es eterno, al igual que todas las cosas creadas en Él. (M.27.6.10)

Maestro de Dios, tu única tarea puede definirse de la siguiente manera: no hagas ningún trato en el que la muerte sea parte integrante de él. (...) Mantente firme sólo en esto: no te dejes engañar por la "realidad" de ninguna forma cambiante. La verdad no cambia ni fluctúa, ni sucumbe ante la muerte o ante la destrucción. (M.27.7.1,5-6)

Pero la muerte no existe. Lo que existe es la creencia en la muerte. (T.3.VII.5.11)

La muerte no existe porque lo que Dios creó comparte Su Vida. La muerte no existe porque Dios no tiene opuesto. La muerte no existe porque el Padre y el Hijo son uno. (L.167.1.5-7)

La muerte no existe. El Hijo de Dios es libre. (M.28.4.2-3)

La muerte no existe porque el Hijo de Dios es como su Padre. (C.5.6.9)

Constantemente estamos eligiendo entre creer en Dios o en la muerte. Podemos parafrasear una cita del Libro de ejercicios, cambiando la palabra "dolor" por "muerte":

Si Dios es real, la muerte no existe. Mas si la muerte es real, entonces es Dios Quien no existe. (L.190.3.3-4 modificada con "la muerte" en vez de "el dolor")

Lo que elijamos, eso experimentaremos: la verdad (Dios, Vida) o lo falso (muerte, sueño, dualidad).

Así que, volviendo a nuestros dos refranes, podemos verlos así:

Todo tiene remedio (incluso la muerte).

La muerte es lo único seguro en este mundo mientras sigamos creyendo al ego.
La vida es lo único seguro en este mundo y en la eternidad cuando elegimos reconocer la verdad.

También en otras tradiciones se indica que la verdadera vida es eterna. Por ejemplo, en la Bhagavad Gita se dice:

De lo irreal no surge el Ser. Lo real no puede dejar de Ser. (Bhagavad Gita II, 16)

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Índice de la serie sobre los refranes populares a la luz de UCDM: http://hablemosdeucdm.blogspot.com/2017/08/refranes-populares-la-luz-de-ucdm-indice.html

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